lunes, 21 de marzo de 2011

Del gataflorismo

Que el refrán del gataflorismo se inventó en función de la feminidad, no tengo ninguna duda, y que el 97% de las veces que se nos aplica es en función del sexo masculino, de eso tampoco tengo dudas. La cosa funciona básicamente bajo una serie de aspectos encadenados al mejor estilo “efecto mariposa”, pero como las mariposas para todos son un bichito divino (menos para mí, que las encuentro especialmente repugnantes) y el tema que estamos tratando tiene de todo menos de divinidad, vamos a decirle “efecto gata peluda”, porque los resultados, asustan, desagradan y pinchan. En fin, el punto es que es un síndrome que se desarrolla en distintas etapas, que pueden darse de manera sincrónica y diacrónica.

La primera de ellas es la etapa “no tengo destino y por tanto, cualquier bondi me deja bien”. Eso sí, cualquier bondi te deja bien si te deja en una zona medianamente residencial, no a más de cinco cuadras de algún centro urbano, con un nivel social de clase media para arriba, con restaurantes de sushi y/u otras comidas exóticas, pero también con una parrillita, porque a veces se me antoja un choripán con chimichurri y qué sushi ni qué ocho cuartos. Porque no da que el bondi que te tomaste en el hastío de la vida cotidiana te deje en una zona fea y sin las peculiaridades que describimos cual aviso de “se busca” para los clasificados del diario. Entonces, partiendo del axioma de la cualquieridad de bondi una agarra viaje con el primer salame que se le cruza. Por supuesto, porque somos mujeres,  por más que todas eventualmente nos la demos de superadas, nos enamoramos perdidamente del fulano en cuestión. “Boluda, lo amo. Quiero casarme con él y tener muchos bebés”.  Hasta que a las tres semanas hiciste el motif index de los defectos del señor y te diste cuenta que si ponés en la balanza las cosas buenas y las malas, el lado de las malas cae estrepitosamente y te agujerea la mesa (y no digo el piso porque abajo del parqué hay concreto, pero seguro que el parqué te lo raya). Al fulano en cuestión, (con el que corren dos posibilidades a tratarse a posteriori) se le deja de responder mensajes de texto y/o publicaciones en facebook paulatinamente hasta (gracias a Dios) se deja de hablarle, para que pase a ser otro aparato más en el catálogo de tarados a domicilio.

La segunda etapa es la de “no tengo muchacho que me festeje y tampoco tengo mucho que estudiar, ergo, mi vida se vuelve monótona y aburrida así que voy a buscarme algún zapallo del cual enamorarme”. Una de las posibles consecuencias de esto es la etapa I, la de los bondis, agarrás viaje con cualquiera porque estás aburrida, te aburrís del  cualquiera y volvés a la etapa II y así sucesivamente.  La otra posibilidad es la que me lleva a describir la etapa III.

La etapa III es la etapa del amor imposible. Me enamoro de uno que SÉ positivamente que no va a darme bola. Y te enamorás a propósito, a sabiendas de que no te da bola. Y como no te da bola te enamorás más. Y luchás incansablemente y llorás porque no te da bola, y en cambio anda saliendo con ese gato, esa baratija de bazar, esa yegua que se tiñe el pelo con agua oxigenada y después tiene raíces de dos centímetros y tres milímetros de pelo ligeramente menos rubio y entonces es una grasa.

La etapa IV es la etapa del “enamoramiento hasta la correspondencia”. Ligeramente similar a la etapa III, consiste en el enamoramiento típico de la etapa de los bondis, súbito, repentino y abrumador, en el que una lo ama en secreto y planea un casamiento en la playa con palomas saliendo de una canastita de mimbre cuando terminó de ponerme el anillo de oro que por dentro reza “tuyo hasta la eternidad”. Este enamoramiento continúa hasta el momento en el que el muchacho en cuestión empieza a manifestar interés.  Posiblemente quiere presentarnos a la familia o nos dice que nos quiere. Ni hablar cuando a una le dicen que no esté con otros. No, no pensaba estar con otros, pero abriste la boca y la cagaste. Esas cosas no se dicen, ¿cuándo van a aprenderlo? Si la mujer quiere estar con otro, no va a dejar de estarlo porque se lo digan. Y entonces, de golpe y porrazo, el casamiento ya no va más porque el abogado de divorcio puede resultarme sumamente caro, y el chico es un freak que salió quince días con una y ya mirá con lo que me viene. Ergo, chau muchacho, hola etapa I y/o III.

Por último, la etapa que viene a resumir la historia: la etapa de “me aburrí de estar sola y me busqué un pseudo novio, pero él no sabe ni sabrá que es mi novio, y si me dice que me quiere corro espantada, pero ¿qué pasa que no me dice que me quiere?”. Es básicamente la etapa de la duda y la impotencia. Salgo con el muchacho y a mis amigas les digo que “ni loca me ennovio”, pero una sabe que secretamente está organizando la agenda para ver qué película vemos juntos el mes que viene. Y a qué restaurante vamos al mes siguiente.  Y todo marcha GENIAL, porque con él la paso bárbaro y no me manifiesta afecto desmedido. Pero ¿qué pasa? ¿Qué onda? Pienso en vos, quiero que pienses en mí… ahora, si pensás en mí me da miedo. ¿Pero pensás en mí? Porque, digo, no da que yo piense en vos y vos no pienses en mí.  Y así, la duda nos carcome por meses, hasta que un día el susodicho nos dice que nos quiere, y que quiere formalizar. Y como fueron meses de tortura a una ni se le ocurre decir que no, porque ahora SÍ lo quiere.

En fin, básicamente, no nos viene bien nada. El gataflorismo es el mal femenino de nuestro siglo (y del anterior, y del anterior, y así retrospectivamente); puede terminar de dos maneras: la sucesión de muchas etapas y la perpetua soltería hasta la etapa V, o … No, esperen, siempre termina, estúpida pero felizmente, en la etapa V. 

sábado, 12 de marzo de 2011

Precisión Léxica, por favor.

Yo sé que, hoy por hoy, una mujer como la gente cotiza alto en el mercado, con la sobrepoblación de quinceañeras curdas y con expectativas de un futuro no promiscuo casi nulas. Lo sé, y lo entiendo. Y como lo entiendo, le pongo la mejor onda para asimilar por ósmosis los chamuyos insurrectos que a veces una escucha por la calle. Algunos son tan ingeniosos, que, de no ser por el hecho de que son olímpicamente groseros, los plasmaría todos, porque no tienen desperdicio. Pero bueno, internet es de acceso público y no queremos niños de 10 años que le griten tamañas groserías a las niñas. El punto es que, fuera de la elite que se dedica a atiborrarse la boca con cuanta palabra sexual y grosera se cruce en su camino para hacer luego ingeniosas asociaciones, existe otro pequeño grupillo de hombres al acecho que seguramente nos sorprenda con su talento lexical. Y no porque una diga “puta, este flaco me compra con su manera de hablar” (que haberlos, sí los hay), sino porque una se asombra (y no deja de asombrarse por unos cuantos años porque esta subespecie abunda en ejemplares) de la cantidad de estupideces que un hombre puede decirle a una mujer en pos de ganar su corazón.

Sin contar con los que buscan cualquier motivo, razón y/o circunstancia para agregarte al facebook, y cuando les preguntás que quién es, seguro que alguna huevada cósmica te tiran. No, que te vi en un grupo y me pareció que te conocía de algún lado. Eh, capo, tu ciudad actual es España, la mía Buenos Aires, explicame qué tan probable es que nos hayamos  cruzado. Y ni hablar de esos que hacen una cadena, la copian y  pegan y mandan a cuanta hembra encuentran en dicha red social. Mensajes a los que “cursi” les queda chico. Porque a quién de nosotras nunca le llegó un mensaje diciendo algo como “Te vi en tu foto de perfil, tu mirada es dulce, quizás seas la chica de mis sueños”. ¿Chica de tus sueños? Explicame cómo puedo haber llegado a tu incosciente si en tu puta vida me viste. Explicame eso, por favor. A todo esto, tu incosciente debe ser la realización semi material del llamado incosciente colectivo, digo, porque le mandaste el mensaje a toda la colectividad femenina del país, y de países linderos, ya que estabas.



La última que llegó a mis manos (o mis ojos, porque la leí, lejos de tocarla) fue “vi tus fotos y me pareciste una piba INTERESANTE”. Fantástico, ahora me siento como un alien. Sería genial que me dijera que soy interesante si me escuchó hablar, o no sé, entró a la pestaña de información y vio qué libros y películas me gustan. Pero ver una foto y parecerle interesante… Me hizo sentir como un mono para experimentación de cosméticos. ¿A qué clase de hombre se le ocurre intentar ganarse la simpatía de una chica diciéndole que es “interesante”? Si te parezco fea metele onda por otro lado. No sé, decime que tengo linda sonrisa, te  juro que me lavo los dientes todos los días, tres veces al día y con enjuague bucal. Decime que te gusta cómo me visto, que tengo una mirada misteriosa. Pero ¿que te parezco interesante? Por el amor de Dios, voy a volver a decirlo, me siento como un subgénero de rata de laboratorio examinada. Y encima después me la remata con “y sos una chica prolija con un aro en la nariz que le da el toque justo”. ¿Toque justo de qué? No me puse el aro para jugar a la bibliotecaria rockera. No, si será que Dios los cría, el viento los amontona, y los empuja en mi dirección, porque tengo un imán para la gente con chamuyos esquizoides.

Pero bueno, el punto es que una a veces se pregunta cómo hay tantas chicas lindas solteras o tantas lesbianas. Y es que una ya no sabe qué hacer. Porque si es lindo es tarado, si es tarado una lo deja de ver lindo, si es feo y encima tarado, menos que menos.  Conclusión, a seguir buscando, chicas, haberlos los hay, pero están bien escondidos los turros. No importa, ténganlo presentes, hombres aceptables, no se nos van a escapar. Y bueno, mientras tanto, a seguir promocionando a la RAE para que enseñe alguna palabra más copada que INTERESANTE. Interesante es un libro, y por mucho que me gusten las letras, no está bueno que te digan que te ves interesante. La primera asociación libre que una hace es “si soy interesante soy como un libro, ergo, soy cuadrada”. Gracias, lógica aristotélica. Gracias por volverme lo simplemente retorcida que soy, valga lo ambiguo.

viernes, 11 de marzo de 2011

"A Coti Esposito también le gusta esto".

Facebook no sólo es una red social. Facebook es un delator.  Y el peor de los peores. Ahora todos nos enteramos de todo por facebook y uno se pregunta para qué sirven ya los noticieros. Con que una sola persona empiece a esparcir el rumor, todos nos vamos a enterar de todo. Que si fulano se fue de vacaciones y a dónde (y por qué empresa, porque seguro que se sacó una foto con el avión, y a qué hotel, y si la comida del hotel era buena, y si los baños del hotel eran lindos, etc.), que si mengano está con Florencia, Lucía, Jazmín o Antonella, que la ama, que a la semana se pelearon y “Menganito ha pasado de tener una relación a estar soltero”. A lo que un 50% de sus conocidos van a comentar: “Nooooo, qué pasó!? LUn 15% del total de sus amigos (este porcentaje en su totalidad del sexo masculino) va a comentar: “Uh, buenísimo, ahora JODA”, la mitad del porcentaje restante va a apretar “Me gusta” y el sobrante ni siquiera sabe quién es Menganito ni por qué lo tienen en facebook. A todo esto Menganito está en su casa llorando destrozado, y sin ganas de explicarle a nadie qué pasó y mucho menos de irse de joda. Y preguntándose “¿Cómo podés ser tan hdp como para que “te guste” mi desgracia?”.

En fin, en sus peculiaridades delatoras, el facebook ha sabido demostrar olímpicamente lo mal de la cabeza que está la raza humana, entre otras cosas, mediante las aplicaciones para crear grupos. Entonces uno entra a su página de inicio y ve que 750 publicaciones de un NN. “A NN le gusta…” Explicame una cosa, ¿Cómo pueden gustarte TANTAS cosas? ¿Y cómo puede ser que todo lo que te gusta esté en facebook y yo tenga que fumarme todas esas publicaciones? A nadie le interesa conocerte en TANTA profundidad. Ponete a estudiar, trabajar o algo. Porque todas estas publicaciones de “a NN le gusta tal o cual cosa” ponen en evidencia la situación sentimental de la persona (porque NN ya tuvo el ingenio suficiente para evitar que el público de fb vea su situación sentimental y le pase lo mismo que a Menganito). Entonces uno ve “Un hombre que ama a una mujer…”, cagamos. NN está enamorado. A la brevedad vamos a observar que a NN le gusta “Si una mujer llora por un hombre, lo ama. Si un hombre llora por una mujer, no puede vivir sin ella”, cagamos, al flaco le acaban de echar raid.  Finalmente a NN le va a gustar “Me cansé, me pongo el parche y me compro un loro” porque ya se desamoró y quiere irse de joda. Seguro que en una semana la persona en cuestión aparece en una relación con la que conoció en el boliche cuando finalmente se fue de joda y empieza la secuencia de nuevo.

A todo esto, estábamos en que los grupos de facebook ponen en evidencia la locura generalizada. Ahora, lo que no deja de sorprenderme es la cantidad abismal de grupos enfermos que hay. Porque los grupos estos cursis son cursis y punto. Ahora, cuando entro y veo cosas como “Un hombre piensa que su mujer lo engaña porque la ve mandando un mensaje de texto. Quiere aclarar  las cosas pero se deja llevar por la ira y, sin querer, acuchilla 72 veces a su mujer en la carótida. Luego ve el celular y ella había cambiado el fondo de pantalla por una foto con él”. O sea, qué clase de gente enferma crea ese grupo, y a todo esto, quiénes son los 2.550 morbosos a los que “les gusta eso”. O si no, para desviarnos del ámbito de las parejas “Un amigo necesita un trasplante de hígado, lo operan, cuando sale de la operación pregunta por su mejor amigo. Ve que su madre rompe en llanto y le señala la cicatriz de la operación”. A ver, seamos realistas, qué tan seguido pasa esto como para que se cree un grupo de facebook con el que se supone que debiéramos sentirnos identificados. Y encima, ¿a qué clase de persona puede gustarle que un chico se haya sacrificado? Y además, ¿No es ilegal sacarle un órgano vital a una persona viva? O si no, grupos que pretenden darnos lecciones de vida. Claro, porque si lo leo en facebook seguro que me caen todas las fichas y lo pongo en práctica. “La vida es una cancha de fútbol…” No. No me gusta el fútbol. “La vida es como una palta…” No, la palta tampoco me gusta. Y ahí empezamos a mechar de nuevo con el contenido macabro: “La vida es un campo de concentración del que no saldrás vivo. Así que disfruta cada momento y se feliz”. ¿Cómo se supone que disfrute de cada momento en un campo de concentración? ¿Cuál es su problema que hacen tantas analogías sin sentido?

Y por supuesto, una vez superado el obstáculo del contenido caemos en la desgracia de lo formal. ¿Es que acaso Lengua y Literatura dejó de estudiarse en los colegios? No, gente, el idioma castellano no es como el inglés: nosotros no tenemos sonidos “sh” ni usamos la “k” salvo en palabras como “kiwi” (que conste, viene del maorí). Grupos que, más allá del contenido, son ilegibles. Porque estaría buenísimo saber si categorizan como cursis o mórbidos, si uno pudiera superar el obstáculo de la escritura. En lo personal, opté por no unirme más a grupos con más de una falta y media de ortografía (1 punto para las –s- que deberían ser –c- y medio punto para los acentos y malos signos de puntuación).

Como última categoría podemos agregar aquellos grupos que consisten en la crítica o apoteosis de Justin Bieber. Dentro de seis meses, cuando hayan terminado sus prolongados quince minutos de fama, seguramente haya grupos como “Se acuerdan de Justin Bieber…”.

Y, para aquellos  a los que estar leyendo grupos les da fiaca y necesitan adicciones más sanas que el cigarrillo, alcohol y/o drogas (duras y blandas), han sido creados los juegos varios como el Treasure Island, el CityVille o el FarmVille, y que necesariamente implican el intecambio y la reciprocidad con otros propietarios de un facebook. Ahora, si el propietario en cuestión llega a su casa a las 20:00 del trabajo, cansado, frustrado porque tuvo un mal día, ¿con qué necesidad tiene que entrar a su perfil y ver que tiene 85 notificaciones, y que, sólo dos son de gente que le firmó el muro y las 83 restantes son solicitudes de los antes mencionados juegos? Ni hablar cuando encima le llenan el muro de publicaciones en las que le piden un paquete de energía, un pulpo tuerto, una vaca rosa que la ordeñás y te da leche de frutilla, un atado de alfalfa, y demás derivaciones. ¿Tanto tiempo al pedo va a tener la gente? (Y si encima una tiene una madre a la que no le alcanza con viciar en su propio facebook y nos usa el nuestro para seguir alimentando su vicio, es todavía peor. Y sí, me baso en un hecho real y MUY de mi conocimiento).

En fin, básicamente, facebook es una red social. Con razón está tan llena de pescados.

jueves, 10 de marzo de 2011

Soy Pura Mujer (SPM)

Eventual y regularmente en nuestras vidas nos despertamos un día con ganas de acribillar a alguien. Y una se pregunta qué pasa que hoy nos sale todo mal. Qué pasa que hoy me plancho el pelo exactamente igual que ayer y antes de ayer (y así sucesivamente) y hoy me queda horrible. Y no, no es la humedad, porque afuera hay un sol divino y corre una brisita fresca. Qué pasa que hoy pasé quince minutos delineándome los ojos, cuando usualmente me los delineo en tres y siempre me quedan bien.  ¿Por qué hoy no me queda bien NADA de lo que tengo en el placard? Y por supuesto, después de la clásica crisis del qué me pongo, pero magnificada, rompo en llanto porque soy horrible, nadie me quiere, me voy a morir sola, arrugada, fea, sin hijos, sin nietos, y sin gatos. Porque todos los gatos que pueda adoptar me van a abandonar en pos de la vecina que les da Whiskas. Porque claro, los muy malagradecidos se van con la yegua esa que es más rubia, más flaca, más pechugona, y encima les da Whiskas. Llanto compulsivo.

Ni hablar si una ya tiene un novio, novia, pareja estable, chongo de turno o como quiera llamarle, que seguro en ese mismo momento no está en el trabajo/facultad/médico/cirugía a corazón abierto (entiéndase como paciente, claro está) donde nos dijeron que estaban. No, seguro que está con otra. Con otra o con los tarados de los amigos que lo llevan por mal camino por jugar al pes 2010 en la playstation más de tres veces por semana. Continúese el llanto.

Y claro, vas a trabajar, al colegio, a la facultad y TODOS te miran porque estás espantosa. Y te pasás las manos por el pelo tratando de peinarte pero estás horrible igual. Y te aguantás las ganas de llorar. Y sí, esas yeguas en la parada del colectivo SEGURO que se ríen de lo espantosa que estás, porque a quién se le ocurre que puedan reírse de un chiste y/o anécdota.  Y no, hoy el chico que te gusta/compañero de trabajo no te miró porque estás horrenda, y no porque está concentrado en lo que hace. A todo esto el ya mencionado chongo de turno no te mandó un mensaje en TODO el día (y sí, son como las 10:45 de la mañana!) porque seguro que está demasiado ocupado para pensar en vos. Porque claro, qué más puede tener que hacer que pensar en vos un día de semana en plena mañana. Nada, obvio.

Como el día sigue  y son como las tres de la tarde y el muy hijo de (inserte puteadas varias) no mandó ni un mísero mensaje, una tiene que hacer algo. Hay que buscar la solución. Y la solución vale su peso y no en oro. Vale su peso en kilos de galletitas, helado, papas fritas, pizza, tortas de sabores y texturas varios, y restos de comida en la heladera.  Eso y posiblemente alguna película de esas sadomasoquistas como Diario de una Pasión o LoveStory. 

En el clímax de la película  por supuesto suena el celular. Y quién es si no el susodicho idiota desconsiderado, que nos habla dulcemente con un “mi amor, cómo andás?” Y arde Troya.  Cómo que cómo ando. ¿Y con esa tranquilidad me lo decís? Ah, pero veo que es la hora de la boludez.  O sea, pasó TODO el día (17:35) y no apareciste y esperás que te trate como si nada! No, así no va. No te importo ni un poco, no le das a nuestra relación el criterio que se merece y no quiero ser la que está más comprometida de los dos. CHAU.

Y como no nos alcanzó en una tanda, lo llamamos un par de veces más para putearlo en cuotas. Y el otro inepto seguro que no sabe ni qué hizo y se está rascando la cabeza  cual chimpancé analizando lo que hizo (no lo que no hizo) en el día para que nos enojáramos. Y hasta que no se dé cuenta de qué es lo que hizo, ni se nos ocurre perdonarlo. Y como cuidado paliativo a todo esto nos comemos un kilo de helado mientras lloramos porque él es un pelotudo y porque la mamá no nos quiere y seguro que ella le está llenando la cabeza en contra nuestro. Vieja retorcida. Trolo te va a salir el pibe así.  Más llanto.

A todo esto, en un pequeño espasmo en el que el llanto se termina una se da cuenta de que tiene un importante dolor en el abdomen. Y ¡Bingo! Bienvenido Andrés, gracias por traerme la explicación a la crisis que me abrumó todo el día. Al menos ahora ya sabemos que no estamos locas, o al menos no tanto. Y entonces suena el teléfono: “Hola mi amor… quería preguntarte si te vino”. Pobre, ¿no? Porque seguro que lo hizo con la mejor intención, pero tiene menos tacto que una gallina. ¿Cómo se le ocurre preguntarme si me vino cuando me vino? ¿Qué clase de problema a nivel neuronal tiene? No, eso no se pregunta, y eso te vale el corte telefónico. SALAME.

En fin, el tema es que no estabas horrible. Estás indispuesta. Bah, para una es más o menos lo mismo. Pero al menos nos trae a la memorias que somos MUJERES. Y, a pesar de Andrés, sigue siendo genial.

miércoles, 9 de marzo de 2011

The show must go on.

Todos, o la mayoría mentalmente saludable, nos hacemos los bananas todo el secundario. Que no estudio, o, en el caso de los más ñoños (ejemplifíquese con mi persona y casos peores) estudio lo justo y necesario para aprobar. El secundario es el régimen perfecto para la ley del menor esfuerzo. Y llega el examen, y sí, uno se pone un poquito nervioso, pero no pasa nada, total, al profe lo conocés, le ves la cara todos los días, sabe quién sos, etc.

Resulta que un día el secundario se termina y uno tiene la esperanza de que en la facultad va a seguir haciendo las mismas bananadas y que van a seguir dando resultado. Hasta que la profesora de literatura española te avisa que tenés que sacar fotocopias del bloque I, y vos vas, y te encontrás con una pila de 10 cm de crítica literaria. Y te da un ataque porque es el bloque I, ergo, hay un bloque II, un bloque III, y continúe usted la secuencia. Una vez que te acostumbrás a las cantidades colosales de material de lectura, llega la instancia de final. Y el quid de la cuestión es: si en 5 años de mi vida, dando exámenes, no me puse nerviosa, qué pasa ahora que no sólo estoy nerviosa si no que mi estómago es un zamba de jugos gástricos y mi cerebro una  casa de los espejos (continuando con las analogías con ferias) en las que los pensamientos, conceptos y derivados se reproducen continuamente hacia el infinito y más allá y llega el punto en el que preguntan “¿nombre?”, y automáticamente gritamos “RODRIGO DÍAZ  DE VIVAR” y no, capa. Ese es el Cid, sí, el famoso. Vos sos Constanza Esposito, Letras, tercer año… “aah… cierto…”. El punto es que este sin sentido de emociones nos vuela la cabeza y nos sumerge en un mundo de posibilidades emocionales nunca antes vista. Porque en el secundario te importaba poco y nada dar geografía con 6, 8 o 9. Claro, sacarse un 9 era genial, pero el punto era aprobar. Total a mí qué me importaba la geografía. Pero ahora llegás y te chocás con cosas que te gustan y que te forman como profesional. Y alguien SÍ va a mirar tu promedio a la hora de contratarte. Entonces empieza la crisis. Que no puedo, que soy una inútil que dejo Letras y me dedico a contar los azulejos del techo porque mi cerebro no da para más, y ni siquiera, porque capaz que después del azulejo número 715 me pierdo. Que voy a tener que aprender a comer por fotosíntesis y/u ósmosis porque soy lo mismo que una planta/crustáceo/esponja, en definitiva, cualquier animal con menos de 0,5 cm cúbicos de materia gris.

De todas maneras siempre llega algún pariente que estuvo en estas circunstancias (y conoce la sensación) y nos convence de ir a rendir. Y uno llega a la facultad pálido, ojeroso, con cara de ser un sobreviviente de algún atentado de la FARC, porque Inés Betancourt cuando salió de su eterno infierno terrenal tenía mejor cara, más color en las mejillas y como 5 kg de más de los que uno perdió entre los nervios, el “no como porque pierdo tiempo de estudio”, y la falta de sueño.

Momento pre final, en el que todos los compañeros estamos allí reunidos por orden del congreso general constituido por padres, madres y o parientes de diferentes cepas. Momento en el que, uno no sabe si releer los apuntes subrayados con resaltadores de colores del círculo cromático completo o si escuchar música, o mandarse mensajes con el padre, madreo o tutor, rogándole que lo rescaten de semejante tortura. Que cocina, plancha, lava el resto de su vida, pero que por favor nos dejen irnos. Porque sí, sentimos que nos están mirando constantemente. Y por si uno no estuviera lo suficientemente trastornado y poco entero llega algún scortum filii (léase hijo de prostituta en latín) que viene y te dice: “Estudiaste el subtítulo tres del apartado veinticinco sección siete subsección B? Porque el encabezado de la foto de la página 714 era importante”. Y uno pasa del letargo en el que odiaba a su persona compulsivamente a un frenesí  e hiperactividad desmedidos en los que abre el manual, busca la página 714, lee el encabezado de la foto que trata sobre extrañas teorías que sopesan la posibilidad de que Rodrigo Díaz de Vivar haya sido concebido por los extraterrestres. Y la puteada más chica nos vuela el lóbulo frontal, pero uno se calla porque, después de todo, hay que poner la mejor onda para ser diplomáticos.

Y sale la profesora del aula, que a nosotros se nos asemeja a uno de esos cuartos de tortura de la inquisición, y teme que el profesor adjunto en la mesa de examen no sea otro que Torquemada, y dice “Esposito”.
Y uno lucha con las piernas, que milagrosamente parecen no querer responder a los impulsos nerviosos del cerebro (“Dale, derecha, movete hacia adelante!”), se arrastra hasta el cuarto, repasando en su cabeza todas y cada una de las peculiaridades estructurales, semánticas, formales, y demás del Cid, se sienta, ve al profesor abrir la boca y escucha:

“Bueno, contame. ¿Cómo se llaman las espadas del Cid?”.
“Tisona y Colada”.
“Bueno, bien, esperá afuera”.

Y claro, uno sale, respira y escucha “¿CÓMO TE FUE?”. El grito colectivo de los que están esperando para rendir.”No sé…” “¿Y QUÉ TE PREGUNTÓ?”. Y tratamos de calmarnos mientras el profesor entrega la nota que resulta que es un ocho.  Y entonces nos odiamos por dentro por ser tan exagerados. Llegamos a casa, dormimos todo el día, estudiamos para el final de la semana entrante. Llegamos a la segunda fecha de final, y el circo empieza de nuevo.

Pero justamente, qué sería del circo sin nosotros, los payasos.

martes, 8 de marzo de 2011

La Mamá Duende.

Pedro Calderón de la Barca escribió una famosa comedia de capa y espada (o de enredo) a saber : La Dama Duende. Extrapolando las peculiaridades del título al siglo XXI bien podríamos escribir una obra nueva: La Mamá Duende.  Mamá duende, particularmente en mi caso porque mi madre mide, con suerte, un metro y medio, pero además porque, universalmente, las madres tienen esa característica de perdernos (y por supuesto encontrarnos) las cosas.

Quién nunca llegó a su casa para encontrarse con su habitación, que funcionaba impecablemente bajo las leyes de la teoría del caos (entiéndase que, a pesar de ser un quilombo olímpico, uno encuentra todas sus cosas), absolutamente ordenada, pulcra, y sin montañas de ropa arrugada apiladas en los rincones. Fantástico, la pieza está divina, ahora, dónde quedó mi cartuchera, mi corpiño rojo, mi bolsa de caramelos sugus, mi revista de frivolidades, etc. (Porque sí, como cuarto de mujer, naturalmente se puede encontrar de todo, ya no es más la teoría platónica de la línea, ahora es la teoría de la cartera, aplicada a la totalidad del cuarto). Y empieza el verdadero caos.

-Mamáaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa, ¿dónde está mi…? Uh, loco. Esta mina, para qué carajo se mete… (continúese con puteadas varias).

Pasamos quince minutos revolviendo frenéticamente, llega la madre en cuestión, y como es mágica, como los duendes, tarda menos de setenta microsegundos en encontrar el elemento buscado. Ante nuestra mirada de asombro y la maternal frustración, que se refleja en sus miradas como un “ah (suspiro), no sé qué harías sin mí” y una leve negación dulce con la cabeza, yo les revelo aquí el secreto. No, no es poder maternal, no es simple orden, no puede ser que eso funcione de manera natural. Estoy segura de que en el momento de la concepción, a la mujer se le activa el mágico gen, claramente heredado del cromosoma materno, de la duendidad. Porque no hay otra explicación. El encontrar cada cosa perdida en la jungla amazónica que es el cuarto de una adolescente no es habilidad de madres, es magia necesariamente.  

Y además, este gen que funciona a la manera de los buscadores de metales para la arena (sí, creo que en sus cabezas oyen un “bip, bip” cuando se acercan al tesoro) viene acompañado de otros dones, por ejemplo:

El poder adivinatorio, para que antes de que les gritemos “Máaaa, me alcanzás…” Ella ya está con la toalla en la mano en la puerta del baño. O si no, para que cuando nos sale el tiro por la culata en una situación X, ellas estén ahí para decir “Yo sabía”. ¿Cómo carajo sabían? No me jodan, no puede ser que “por experiencia” sepan todo!

La capacidad de sanar, porque, desde la dulce y tierna infancia en la que nos duele un dedo porque nos lo agarramos por la puerta (haciendo cagadas, porque claramente nadie mete los dedos en la puerta sin querer y con otro fin que no sea hacer algo prohibido), si la madre viene y nos pone una curita, el dolor es menor que si la curita la pone el padre, tío, abuelo, primo, vecino, perro o perro del vecino. Y no seamos hipócritas, todos sabemos que esto continua con la adolescencia. Sí, tengo 37 grados de fiebre, y me siento terrible (ni hablar si sos hombre, posiblemente estés pensando qué flores querés en tu funeral), me puedo empastillar con cuanto analgésico se cruce en mi camino (o lo que sea que se tome para la fiebre), puede venir tu amiga, darte el mismo Ibupirac 600 que te da tu madre, pero apuesto mi casa a que si te lo da tu madre, en quince minutos vas a estar impecable.

En fin, duende, bruja, o la criatura mágica que se nos venga en gana. No son  normales, intentan engañarnos, se excusan con la misma trillada frase de “Cuando vos tomaste la sopa, yo ya estaba comiendo el postre” (que, aplicada a nuestros tiempos sería “cuando vos fuiste a la barra, yo ya estaba en pedo”), pero la verdad es que no son seres humanos normales. Están dotados de superpoderes e intentan, incansablemente, que no nos demos cuenta. ¿Y lo peor? Todos nosotros sospechamos que son brujas y no nos importa ni un poco. Porque, en definitiva, ¿Qué haríamos sin ellas?.

Y sí, madre hay una sola, y justo me tocó a mí la que tiene poderes mágicos. Genial, mi único consuelo es que, el día que tenga hijos, a mí también se me active el gen mágico y sea igual de irritantemente adorable que ellas.

Te amo, mamá.

lunes, 7 de marzo de 2011

Zamba para olvidar

No sé para que volviste
Si yo empezaba a olvidar
No sé si ya lo sabrás
Lloré cuando vos te fuiste
No sé para que volviste
Que mal me hace recordar
La tarde se ha puesto triste
Y yo prefiero callar
Para que vamos a hablar
De cosas que ya no existen
No sé para que volviste
Ya ves que es mejor no hablar
Que pena me da, saber que al final
De este amor ya no queda nada
Solo una pobre canción
Da vueltas por mi guitarra
Y hace rato que te extraña

Mi zamba para olvidar
Mi zamba vivió conmigo
Parte de mi soledad
No sé si ya lo sabrás
Mi vida se fue contigo
Contigo mi amor contigo

Que mal me hace recordar
Mis manos ya son de barro
Tanto apretar al dolor

Y ahora que me falta el sol
No sé que venís buscando
Llorando mi amor llorando
También olvídame vos

Maldito control mental.

Sí, reconozco que a veces me pongo increíblemente fantasiosa. Tanto, que puedo pasar muchos minutos mirando un pequeño iconito en verde en el msn y pensando “hablame, hablame, hablame, hablame, hablame, hablame, hablame, hablame, hablame” y así ad infinitum y tener la infantil idea de que va a dar resultado.
Y sé que no soy la única. Sé que todas eventualmente nos insultamos por dentro mientras luchamos mentalmente para que se logre nuestro objetivo. Y miramos, y miramos, y pensamos, y pensamos. Y NADA. Y maldito control mental. O no-poder, porque no nos sale.

Alguien que me explique desde cuándo la mirada penetrante clavada en una pantalla de computadora tiene algún efecto, no sé, digo. Porque si fuera el ser humano sí funcionaría con dos posibles resultados, o bien se acerca el hombre en cuestión lentamente y  nos dice (mientras nosotras temblamos pero ponemos cara de pócker) “Disculpá, te puedo hacer una pregunta”; “Ay, sí, obvio” (Revoleándo el pelo hacia atrás) “¿Por qué me mirás tan fijo?”. Y zas, trágame tierra, o bien el muchacho se aleja lentamente mirándonos con disimulo porque teme por su salud. Y lo bien que hace, porque una en su cabeza está tramando mil maneras de secuestrarlo y hacerle cosas varias (Inclúyanse el matrimonio, los  hijos y el perro labrador a llamar Doggy).  Como ninguna de las dos opciones es copada, creo que mejor es seguir mirando la pantalla de la computadora y alimentar las falsas expectativas de que un día, el control mental va a dar resultado.

Y como vemos que este método en solitario es ineficaz, como el shampoo, que siempre recomiendan que usemos la crema de enjuague de la misma marca para obtener mejores resultados, atomizamos el facebook. Maldita red social, herramienta por antonomasia para la humillación femenina. Y he aquí el bombardeo de indirectas y otras más directas: Canciones, que si no tienen mensajes subliminales  son simplemente para que sepan que AHÍ ESTAMOS, grupos, a saber “hablame, hablame, hablame”, o “Si no te hablo es porque espero que vos me hables”, etc. O le pedimos a una amiga que publique en nuestro muro para avisarle al pequeño universo cibernético ad hoc que seguimos vivas y listas para atacar.

Y entonces llega el día en el que la avalancha de palos da resultado, y al señor se le ilumina la lamparita y dice “Eu, creo que quiere que le hable”. Y suena el ruidito del msn, y aparece la ventanita: “Fulanito de tal dice: Hola!”. El acto reflejo es, a la mejor amiga y/o cualquier yegua conectada: “BOLUDA, ME HABLÓ AAAAAAAAAAAAAAAAA ZUMBIDO ZUMBIDO ZUMBIDO”.

Y todo por un “Hola”. Y la reacción natural no es pensar “bueno, al fin mis indirectas dieron resultado”. No, es “DIOS MÍO, EL CONTROL MENTAL SÍ FUNCIONA”, después de quince minutos concentradas en un pequeño ícono en verde. ¿Y la parte más irónica? Que no importa cuán lógicamente conscientes seamos de ello. No vamos a dejar de hacerlo. Y nuestra cabeza va a ser un hervidero de factores litigantes, a saber: “Maldito control mental”, que lucha incansablemente, hasta el benemérito ruidito del msn, y entonces “El control mental funciona” gana la lucha sin mover un solo dedo. Pero bueno, hay que alimentar la ilusión. 

Después de todo, de ilusiones también se vive.




Y SÍ, ES UN PALO PARA VOS.

Sí, todos los lindos son tarados.

Todas alguna vez nos reímos del novio feo de una amiga. Es inevitable. Le ponemos apodos, que si es así, que si es asá, etc. En mis 20 años de vida, por desgracia, descubrí una verdad que todas las madres nos dicen, y todas nosotras negamos: Sí, todos los lindos son tarados. Son tarados posiblemente a consecuencia del bestial ego que, Dios sabrá en qué parte del cerebro se aloja, aparentemente se infla y les empuja otras neuronas e impide la sinapsis nerviosa. Es así que después, estos clásicos carilindos se convierten en una foto divina para un cuadro, pero en un pésimo compañero de charlas. Y llegan esos momentos en los que una espera que suene el timbre, ansiosa, híper producida (pero siempre de manera que parezca natural – no sea cosa que se den cuenta que nos ponemos divinas para ellos y les alimentemos más el ego y se pongan todavía más tarados, desafiando así a todas las leyes de la naturaleza) mirándose en el espejo cada cinco segundos porque tenemos que estar perfectas porque él es tan lindo que no hay que desaprovechar la oportunidad, obnubiladas…  y suena el timbre y una baja, chocha de la vida, lo mira, se admira, y sonríe con esa sonrisa llena de dientes, divina, y abre la boca seductoramente… y la caga. Y una siente cómo en su interior la ilusión revienta y trata de que en la cara no se le note mucho. Y como estos entes tienen un ego colosal y no se dan cuenta de que lo que dicen son pelotudeces a la enésima potencia, y asumen que, en rigor, están diciendo cosas tan profundas que una tiene una epifanía tras otra, no se callan. Y hablan, y hablan, y hablan. Y pasa la tarde entera, y a nosotras nos duelen los cachetes de forzar la sonrisa y torcer tiernamente la cabeza mientras reza por dentro que el muchacho en cuestión se calle. Y el pensamiento clásico es “Callate, te pido por Dios que te calles. Callate y dame un beso. Te elegí por lindo, no por inteligente, porque sí, de vez en cuando soy frívola. Así que callate, por Dios callate”.

Y claro, después llega ese momento en el que una, por un poco de amor propio y por la necesidad  de lucir un trofeo ante la sociedad, (porque a quién no la cargaron por fea en el secundario y ahora quiere tomarse la revancha diciendo “miren qué lindo el chico con el que salgo, ja! Y viste, vos me decías fea”) sigue saliendo con este ser hablante de pelotudeces crónicas  y el señor comienza a introducirse en nuestras vidas. Y conoce a nuestras amigas, y como, como se ha dicho antes, su ego es como un gremlin, y no hay que alimentarlo por la noche (o algo así) y claramente nosotras batimos esa regla, creando un monstruo, llega el cénit de su idiotez: se chamuya a nuestra amiga. Pero no se chamuya a esa amiga con la que te llevás bien, pero que solamente te acompaña al shopping a ver una película de terror y después “si te he visto no me acuerdo”. No, el muy pantriste se chamuya a tu mejor amiga, a la que te ve en bolas cuando salís de bañarte, a la que te vio quebrar esa única vez que estabas en pedo, a la que se ríe imitando el sonido de una foca, a la que comparte drogas con una para mantenerse despierta cerca de los finales, en fin, a esa amiga íntima que no es amiga y que es hermana. Ahora, honestamente, me pregunto yo si nunca jamás pasó por su cabeza que todo aquello que digan será repetido y todo aquello que digan será copypasteado. ¿Tan difícil es? ¿En serio pensaron que una no iba a leer y/o escuchar todas las olímpicas boludeces que dicen? Por si no alcanza con que una escuche su miscelánea de boludeces, van y se lo dicen a la mejor amiga, cosa que una tenga que releerlas.

Y es el momento de la epifanía. La luz se termina de prender en nuestro cerebro y lo entendemos: “Cuando tus 25 centímetros de monólogos inconexos en el msn no eran suficiente, venís y la rematás así. Gracias, gracias por seguir sorprendiéndome”.  No, si claramente eso de que la sorpresa es el factor crucial en las relaciones lo tiene que haber dicho alguno de estos especímenes descerebrados.

En fin, la cosa es que esas amigas con novios feos fueron mucho más vivas que nosotras. ¿O por qué es tan frecuente ver lindas con feos por la calle? Porque los clásicos carilindos, no garpan. Lo físico importa un poco, es decir, la belleza depende del cristal con que se mira, y la verdad es que mi cristal está empañado, y por tanto, dejé de fijarme en eso. Me voy a dedicar a escuchar lo que tienen que decir antes de tomar cualquier decisión. Creo que todas deberíamos hacerlo. Ya no pasa por el “me lastima, no me lastima”. Ahora es una cuestión de evitar que se generen cantidades colosales de ira en mi ser, porque eventualmente voy a terminar matando a alguien. Porque sí, la estupidez humana me irrita sobremanera. Y sí, todos los lindos son tarados.

domingo, 6 de marzo de 2011

RAE, te banco



A propósito de la conquista de América y de la pérdida de todas las tradiciones autóctonas, Pablo Neruda nos dijo que los conquistadores se llevaron todo pero también nos dejaron todo: nos dejaron las palabras.
Fantástico. Resulta que en nuestras manos tenemos semejante poder, y hay tantos idiotas tergiversándolo. Resulta que las palabras crean (si no fijémonos en el génesis bíblico: Dios crea mediante la palabra). Ese es el miedo que esta situación genera. Si las palabras crean, ¿qué clases de abortos de la naturaleza vamos a crear con tantos incompetentes escribiendo barrabasadas a diestra y siniestra? Hola sí, ¿qué tal? Les presento a una institución con años de trayectoria y tradición: se llama Real Academia Española y se dedica a ordenar un poco el caos de la lengua, para que nosotros, hispanohablantes, podamos entendernos. Porque no, señor lector. No, el mundo no se va a salvar con estructuras y/o números. Usemos la lógica, si mañana su casa se quema, ¿consideraría usted seriamente construir una escalera para escapar del fuego? O bien, ¿Analizaría usted las columnas del edificio para ver cómo trepar, sacando ecuaciones de superficies cuadradas? No, claramente no. Empezaría a gritar frenéticamente “Auxilio, mi casa se quema, y la verdad es que el color negro no me queda bien,  no  permitan que me carbonice”. Y así, mediante el poder que tiene la palabra (y no la voz, porque emitiendo sonidos simplemente, bien podría considerarse que usted está teniendo sexo o algo así, no que su edificio arde en llamas), usted se salvaría.
Ahora bien, vamos al plano escrito. Porque también parece que está de moda ser vanguardista, jugar a ser Nicolás Guillén y escribir onomatopeyas e interjecciones a lo pavo y sentirse un fantástico creador y actualizador de la lengua castellana. No, señor lector. No funciona así. No es poeta el que escribe pavadas sin sentido (y mal escritas), es solamente un bruto más haciéndole honor a la raza humana. Tengamos un poco de criterio, si no le funcionó a Sarmiento la idea de escribir por fonética, ¿le parece que le va a funcionar a usted? Porque la idea de prescindir del significado y quedarnos sólo con el significante es sumamente utópica (por no decir estúpida). Vivimos en sociedad, el mundo se rige por reglas, la anarquía es una mentira, una farsa, un ideal al que nunca se va a llegar porque el ser humano es bueno por naturaleza, pero la sociedad lo corrompe (sí, pregúnteselo a Rousseau, y si le contesta, yo que usted me asusto un poco), ergo, es imposible vivir sin reglas. Y si la sociedad necesariamente tiene que regirse por reglas ¿en qué cabeza (hueca, claramente) es concebible la idea de que el resto de los sistemas humanos que competen a la significación puedan ahorrarse las reglas? No, no funciona. Ahora, por favor, a esa gente estúpida que anda teniendo delirios de grandeza intelectualoide,  le recomiendo terapia. O bien que se tiren de un quinto piso a ver si el ego se les desinfla un poco con la caída y pueden asumir que ellos tienen que adaptarse a la sociedad, no viven solos, no se habla y/o escribe como cada uno quiere.
En fin, seamos considerados, es nuestro idioma, es un tesoro, no lo arruinemos más. Se lo vamos a dejar a nuestros hijos, sería re copado que se lo dejemos en buenas condiciones.
Atte, una futura licenciada en Letras.
Y sí, de parte de la futura doctora también. La doctora que no diagnostica convulsiones, sino coMBulsiones. La doctora que un día, por una mera ambigüedad lingüística, nos va a matar un paciente. No, en realidad no, porque ahí estaré yo para evitarlo corrigiendo sus diagnósticos llenos de bestialidades. Lo positivo es que asumís tus errores y estás dispuesta a cambiarlos. El problema sería que te sintieras estúpidamente genial y revolucionaria por escribir como se te antoja. Gracias al Dios, tenés el cerebro (y amor propio) suficiente como para no hacerlo. TE AMO, AMIGA.