sábado, 29 de octubre de 2011

La lógica del Para Siempre


La mente fememenina es complicada. Para un hombre, lineal y simple, algunos de nuestros razonamientos retorcidos (pero profundos) son incomprensibles. Pero ese del que posibilemente muchas no se hayan encontrado portadoras, y no quieran asumirlo, es el que yo llamaría la lógica del para siempre. Cómo funciona? Bien, es así: Ante cada corazón roto, una vez superado el dolor, empieza la superación y la lógica del nunca más, es decir “Al final era un tarado, menos mal que me lo saqué de encima. Ahora nunca más me engancho con nadie para que me destruyan  como este infeliz, cuya vida espero que sea miserable y que vea lo que se perdió conmigo”. La idea es que el chico, en el boliche, trago en mano, chamuyo en proceso, súbitamente tenga una epifanía y entienda que nosotras somos ÚNICAS y que corra a nuestra puerta con un ramo de flores gigante (tipo de velorio), mariachis, o, aún mejor, él con una guitarra cantándome que “ay, mi amor, sin mí no entiende el despertar y que sin mí su cama es ancha”. Claro que ante eso, nosotras vamos a responder con un baldazo de agua fría y un JODETE. Acto seguido revolearemos el pelo hacia atrás, nos acomodaremos el camisón (sexy) y volveremos a entrar con el hombre musculoso y bronceado, inteligente, que cocina bien, que tiene sentimientos y no tiene miedo de llorar, que nos idolatra (y que no existe) y seguiremos viendo Diario de una Pasión acurrucadas en sus brazos.

Pero la realidad es que, por superadas que estemos, negamos el hecho de que, en algún punto estuvimos enamoradas y es ahí donde la lógica del para siempre estaba puesta en acción. Y la otra verdad es que, eventualmente, el musculoso y bronceado va a dejar de parecernos sensible y va a parecernos llorón y nos vamos a buscar otro. Cuando encontremos, o nos encuentre, ese otro, la lógica del nunca más (que es excluyente con la del para siempre) se va a apagar, y la del para siempre se va a prender.

Cómo funciona la lógica del para siempre? De la siguiente manera: Ante cada hombre de nuestras vidas (para las más sanas esto sucede en casos serios de noviazgo, para las menos sanas, sucede en cada chamuyo), una vez comenzado el proceso de obnubilación natural, comenzarán a ser buscados por nuestra persona razonamientos lógicos que  sirvan de sustento para la teoría de que “él es el indicado”. Por ejemplo:  
Y Mirá, su papá es primo segundo del papá de mi mejor amiga… por eso ÉL tiene que ser el hombre con el que me voy a casar. O bien: Lo conocí en la línea 24 de colectivo que tomo todas las mañanas, se baja en la misma parada que yo… eso no puede no ser una señal del destino. Nos conocemos desde niños, eso tiene que ser la prueba de que esto va a ser para toda la vida. Veraneamos en el mismo balneario, tiene que ser el padre de mis hijos. Fue el primer hombre que se rio de mis chistes… sin duda él es el correcto.   

Y la realidad  es que, por más que en el momento del razonamiento lógico el mismo tuvo muchísimo sentido, esas teorías hacen agua por todos lados, y como así hacen agua, las relaciones se hunden como el titanic. Porque que él se ría de tus chistes y nadie más lo haga, no significa que sea el indicado, significa que a. tus chistes son malos en exceso, b. él es medio idiota, c. no tenés gracia para contar chistes, d. todas las opciones son correctas. Que veraneen en el mismo balneario tampoco tiene que significar que te vas a casar con él… digo, mucha gente veranea en Pinamar, así que no te preocupes, que si no es él, tenés otros potenciales amores de tu vida, y encima tenés para elegir durante enero y febrero, a ver si los que en enero estaban verdes para febrero maduran. Que se conozcan desde niños, en rigor, más que un indicio de amor eterno tiene que ser un aviso, un, lo que en literatura aglomeraríamos como “memento mori-tempus fugit”. Es decir, verlo crecer no es un “quiero llegar a vieja con vos”. No, es un acordate de que ahora tiene pelo pero se puede quedar pelado, ahora está flaco pero va a ser panzón, ahora es coqueto pero después va a estar velludo, gordo y sudado, cerveza en mano viendo el fútbol y gritando como el tano Pasman. Y no, no creo que sea eso lo que quieras para tu vida, digo, a los 20 saber que tu hombre va a ser un calvo, gordito y panzón igual que su padre, que, como te conoce desde pequeña, pasa en shorts de fútbol, panza al aire, sudado y demás características.
Lo mismo el colectivo: seguramente viajás con un 25% de personas que viajan con vos todas las mañanas,  lo que pasa es que no las notás porque estás muy ocupada babeándote con el salame que está en frente tratando de desenredar los auriculares de su reproductor de música. Y que no, no te mira porque sea el amor de tu vida, te está mirando el busto.
Y que tu papá sea primo segundo de ya ni me acuerdo qué pariente, tampoco es manifiesto de nada. Eso en la vida se llama contingencia, o bien “tuviste la mala suerte de cruzártelo y que te encandilara, pero no te preocupes. Él solito se va a encargar de arreglar eso con sus malos modales en la mesa, porque, claro, a qué mujer le gustan los hombres que eructan sonoramente en la mesa?”.

En fin, el punto es que buscamos desesperadas aferrarnos a ellos de alguna manera. Bah, creo que más que un aferrarnos, lo que buscamos es una justificación. Un certificado que podamos usar cuando nos preguntemos luego “qué hacía yo perdiendo mi tiempo con este tarado”. Y ahí podremos respondernos que pensé que era el amor de mi vida porque lo conocí en el correo depositando una carta, y quién deposita una carta hoy,  así que tuvo que ser el destino, y encima nuestras manos se rozaron y sentí la chispa… y eso se llama electricidad estática.

Pero qué le vamos a hacer, es parte de ser mujer, es parte de caer en las redes que tejen los hombres. Pero no importa, algún día nosotras vamos a tejer las redes, como arañas. Para ser más específicos, como viudas negras.

lunes, 11 de julio de 2011

TACOmplicado.

El primer pensamiento después de superar un corazón roto es “Nunca más”. Nunca más me engancho, para qué.  Qué me voy a volver a ennoviar, ni loca. Joda quiero, que nadie me moleste, paz y tranquilidad, sola, conmigo y mi alma para aprender a aguantarme.

Y así vamos, chochas por la vida, porque estamos SOLAS Y GENIALES. Y vas a bailar y la cabeza bien en alto y todo me importa poco y nada y soy GENIAL, soy la crème de la crème.  ¿Y qué me mirás vos, aparato? Plis. Suspiro de superada.  Dale, DJ, poneme un reggaetón así bailo súper sexy y soy la reina del boliche (sí, vos, y todas las 250 reinas que están igual de solteras y superadas que vos, pero qué más da).  Y fulana que te presenta a mengano, y etc, etc, y se agranda la colección de números telefónicos/ facebooks/ msn a quien recurrir si el sábado que viene a la noche las chicas no se prenden a la salida y yo no me quiero quedar encerrada. Porque en esta etapa una se vuelve casi que fóbica a estar en su propia casa los fines de semana, las salidas son imperativos, los boliches son un deber, y alguien tiene que acompañarnos.

Y cuando todo marcha sobre ruedas, cuando la vida tiene un cómodo ritmo agitado (valga el oxímoron), es cuando Dios, Alá, Budda, el que más os guste, se ríe maliciosamente, codea a San Pedro, y/o superhéroe de apoyo (Como el Robbin de Batman), y murmura algo como “mirá cómo se la fuma en pipa” y te cruzan con ese pedazo de tarado diplomado que está buenísimo, que encima es inteligente y te hace pensar “¿O sea que mi post de ‘sí, todos los lindos son tarados’ está sujeto a excepciones?”, que te divierte, que te hace bien, y que llegás a querer. Y lo llegás a querer mucho. Pero bueno, a todo esto, antes de estar hasta el busto (por ser sutil y no decir “hasta las tetas”), antes de haber cruzado ese point of no return, no te dabas cuenta. No, claro, obviaste todas y cada una de las señales porque, una de dos, o estabas demasiado embobada mirándo lo que te ponía por msn, o simplemente querías ignorarlas, o las dos, nunca se sabe (sí, posiblemente sean las dos, porque es la única manera de ignorar señales TAN obvias). Porque, claro, JAMÁS, se te hubiera ocurrido que el hecho de conectarte e ignorar a los otros contactos de sexo masculino con algún interés feromónico en tu persona en pos de chatear con éste, exclusivamente, podía significar algo. Nah, qué voy a estar enganchada, boluda, dejá de hablar pavadas.  Y no, el hecho de querer encontrártelo a ÉL en el boliche, y no a cualquiera de todos los otros que podrías haberte encontrado o a alguno nuevo, tampoco podía ser un signo inequívoco de nada. Lo que pasa es que está re bueno y es inteligente, y una tiene que ir y dársela contra las paredes erigidas por su blog despótico y misántropo. Y no, cero, el hecho de que salgas con él, y sólo con él, y no porque seas un monumento inmaculado de la fidelidad, sino porque simplemente no tenés ganas de salir con otros, tampoco significa absolutamente nada. Todos significantes vacíos. Será por una cuestión hormonal. Parece que el SPM esta vuelta se me viene alargando como hace dos meses y me hace necesitar un cariño recurrente, sá, seguro que es por eso. No, amiga mejor, dejá de decirme que estoy enganchada, nada que ver, o sea, no me conocés? Plis. Enganchada, yo, que me llevo fabulosamente conmigo y me basto. Por favor, qué inconsciencia. Y encima mamá también, otra que tiene el tupé de venir y osar decirme que. Por favor, enganchar nada. ¿Que si me gusta? “Claro que me gusta, o por qué se piensan que quiero salir con  él”. Con cara de lo más obvio del mundo.  No, yo no sé de qué señales habla la gente, por favor (dígase con tono de escepticismo, casi como “tenés 15 años y creés en Papá Noel”).

Ahora, resulta que un día que entrás al facebook, por algún motivo, se hace la luz y es ese momento paralelo a aquel en que Dr. House descubre qué enfermedad tiene el paciente de turno. Y pensás: “¿Y qué pasa si mañana se borra y no me habla más?”. Y no decís “me muero”, porque tampoco vamos a ponernos a hablar pavadas, pero sabés que no querés que pase eso. Y te da miedo. Y entendés que estás absolutamente jodida, porque llegaste al punto en el que ya no tenés el control, estúpidos sentimientos (Carita de frustración con ojeras).

Y si las cosas siguen el curso normal, llega el “te quiero”. TE QUIERO, WTF, QUÉ PASA CONMIGO. Sí, querida, ¿te acordás que hace un tiempo dijiste NUNCA MÁS y seguro que hubo un pariente o alguien que, con la autoridad que imponen la vejez y la experiencia, se te cagó de risa? Bueno, ahí ves. No está en tus manos. Y podés seguir puteando a Dios y María Santísima y te vas a seguir sintiendo igual.

Porque el amor es como ir a bailar con tacos. Son divinos, pero después de horas te dan un dolor de pies que te tenés que ir del boliche llena de ampollas y a las re puteadas mientras le decís a tu amiga “nunca más vengo a bailar con tacos”. ¿Y qué pasa el sábado siguiente? Resulta que con el vestido nuevo los tacos te quedan divinos, y bueno, no está en mis manos.

Y sí, el amor duele como usar tacos, pero te ves al espejo y estás fabulosa. Y de última, siempre hay curitas para las ampollas.

lunes, 18 de abril de 2011

ευδαιμων-FOBIA

ευδαιμων en griego significa algo así como felicidad, alegría o prosperidad. Si a esta base etimológica le agregamos el sufijo “fobia” para crear una palabra compuesta, tenemos entonces el padecimiento de un importante porcentaje de la masa femenina poblacional del mundo. Miedo a la alegría, que puede traspasarse y ser también miedo al hecho de sonreír. ¿Nunca conocieron a una persona de esas que uno se pregunta si acaso no tiene músculos en la cara o qué? Yo me pregunto ¿Qué tanto puede apestar la vida para que uno vaya paseándose con una cara olímpica de culo que puede frenar un camión con acoplado? Uno le pone la mejor de las ondas, las saluda, les pregunta cómo están y la respuesta es “Bien”. Si son sopranos, contraaltos o mezzos es un misterio, porque ese “bien” fue gutural, como un gruñido de perro que acecha la carroña. Y notamos cómo la comisura de sus labios lucha incansablemente para amagar una sencilla sonrisa… pero nada. Al contrario, da miedo, es algo macabro y uno se aleja lentamente, como de las fieras: no hay que salir corriendo despavorida, corremos el riesgo de que nos persigan y recluten para seguir agrandando la especie de caracúlicas crónicas que quieren gobernar el mundo (Ahora que lo pienso,¿se acuerdan de Pinky y Cerebro? ¿Cómo nunca se nos ocurrió que estas amargadas sean la descendencia de Cerebro? Así, el caraculismo sería sencillamente hereditario y lo de conquistar el mundo tendría explicación).

Las otras, que suelen pegarse y andar traspasándose su mala onda la una a la otra, son las pesimistas. Pero no hablamos aquí de las simples pesimistas cotidianas de “seguro que no me da bola” o las que tienen un tinte paranóico de “seguro que no me llama porque me está engañando con la concuñada”. No, las pesimistas que lo son por el simple hecho de serlo, ¿me explico? Es decir, aquellas a las que les decís “El día está precioso, mirá qué sol” y te responden “Mañana va a estar nublado, este sol sólo puede significar que pronto va a llover catastróficamente porque lo soleado no puede ser permanente”. Insértese aquí una cara de WTF (En castellano ¿QUÉ CARAJO?). Son esas a las que les contás que te sacaste un diez en un final y te contestan que seguro que el próximo lo desaprobás porque existe una proporción entre la cantidad de bochazos y de buenas notas. Por cada 3 buenas notas, te bochan. Pero que igual no te preocupes porque no es tu culpa, no, es algo determinado por una fuerza cósmica, que seguramente es la misma que determina que cuando salís a tomarte el colectivo más temprano porque no querés llegar tarde, el colectivero decide manejar más lento o justo está cortada la calle por un grupo de manifestantes a favor de los derechos civiles de las abejas. 
Y, además, cuentan con otra peculiaridad. Es el tipo de pesimista que uno podría compara a un ateo combativo o a un fanático relgioso: ¿Vieron esos que te preguntan con disimulo, como quien no quiere la cosa, qué fe profesás, y cuando les decís tal o cual, te taladran el lóbulo frontal del cerebro so pretexto de cuestionar todos tus parámetros de vida? Bueno, así. Son las pesimistas combativas: no sólo se regodean en el hecho de tener una capacidad especial para ver el vaso, ya no medio vacío, si no completamente vacío y de paso una sequía a nivel mundial, cosa que el vaso no pueda volver a ser llenado nunca más y para hidratarte tengas que chupar un cactus con espinas. Son esas que odian el optimismo porque es ridículo, porque, claro, cómo puede tener sentido el optimismo en un mundo en el que, por fuerzas cósmicas unidas en congreso general constituyente que NECESARIAMENTE se confabulan en tu contra, cosa que mañana, cuando salgas con el pantalón blanco para ir a la facu, pises esa única baldosa floja de la cuadra, y justo haya llovido, y te embadurnes todo el pantalón con la mugre de la calle. Tiene mucho sentido, quién puede ser positivo en esta clase de mundo, por Dios.

Perfecto, habiendo establecido el nombre de la patología y la sintomatología (la constante y subsecuente verbalización de las desgracias cotidianas e inminentes), sería bueno buscar la razón que lleva a esta subespecie humana a ser de esta manera. La posibilidad por antonomasia seguramente sea el fracaso. Pero fracaso es una palabra muy fea, y quizás insuficiente, no podemos agotar el sentido de esta enfermedad en el fracaso. Entonces yo propongo, a manera de tesis, que la causa es el gataflorismo. Pero así como el bipolar se mueve en dos polos, uno de euforia y otro de intensa depresión, así, este gataflorismo va a tener una marcadísima tendencia al pesimismo. Pongamos un ejemplo básico: Soy una reventada. ¿Por qué soy una reventada? Porque mi vida amorosa es un fracaso, y ¿Por qué es un fracaso mi vida amorosa? Porque (evitemos la palabra que el refrán en criollo implementa) no hay NADA que me venga bien, y en vez de reírme de mi desgracia, me revuelco en ella patológicamente y ODIO a todo aquél que no lo haga. O, si queremos ser menos elaborados, menos benevolentes, podemos decir que su problema es que son frígidas, y sí, frígidas en el sentido literal de la palabra, y ya que estamos, la dejamos como insulto.

Qué suerte tenemos las que zafamos de esto, porque a. la cara de traste crónica no es atractiva ni parte del encanto de ninguna mujer, b. las histéricas deprimentes son un fastidio, c. Sí, quizás este mundo no sea ni el mejor, ni el más divertido, ni el más justo, pero, hasta donde tengo entendido, unos cuántos millones de litros de agua y unos cuántos millones de hectáreas no son “felices”: las personas son felices, y, por simple lógica proposicional (p.q>s) Sí la Tierra depende de sus habitantes y sus habitantes son felices, entonces la Tierra es feliz. Conclusión: Si el mundo es una cagada, lo es porque hay gente como ustedes poniéndole cara de perro a la vida. Dejémonos de joder, sonriamos, si el problema es que tienen fea sonrisa… bueno, siempre podemos lograr que la ortodoncia sea de gratuito acceso para todos. 

sábado, 2 de abril de 2011

Las Diosas Somos Así

Ya  una vez hablé del gataflorismo. Así como existe un canon de belleza universal que cambia y se modifica diacrónicamente, debería existir algo a llamarse: canon de retorcimiento femenino universal.  Con este,  hablaríamos de esa condición  que hace a algunas mujeres esencialmente mujeres. No todas tienen la suerte de tener alguna peculiaridad irritantemente adorable, frescura juvenil, no sé, esas pequeñas cosas que hacen a la personalidad de una mujer atractiva e interesante, entonces hay que buscar una manera de llenar ese, en términos jurídicos, vacío legal. Por eso algunas mujeres son en esencia retorcidas, y pierden la genuina magia femenina para reemplazarlas con un burdo intento de encantamiento infructuoso. No, chicas, a los hombres no les resulta atractivo que hablen mal de otras mujeres (ni hablar si hablan mal de la chica con la que quizás salen), y no cambian de opinión porque ustedes le digan que es infantil o tonta. Lo más gracioso es que, en el 95% de los casos, los adjetivos que usan para defenestrar a la hembra antagónica en cuestión, no tienen sentido. No sé, como que digan que las cosas ñoñas que yo digo son tontas. Pero bueno, parece que con este despertar de lo burdo y dormir de la autenticidad de persona, también muere la creatividad.

El hecho es que esta categoría de mujeres, en definitiva, me despierta cierta lástima. Es decir, la vida podría comparase con una de esas  galaxias espiraladas, divinas, llenas de colores. Con tanta cosa copada para hacer, libros que leer, facebooks en los que viciar, cosas que decir para que la gente oiga, con qué necesidad andan inmiscuyéndose en vidas ajenas. ¿Y a vos qué te importa si Fulana se cepilló a medio país y Mengana le prestaba el departamento para hacerlo? Problema de Fulana y Mengana. O qué te importa si lo que digo tiene tal o cual tinte, no sé, digo. Tengo un biblioteca llena de libros copadísimos, propongo inventar una campaña a llamarse “Dando razones de vida”, genuina vida, y regalamos libros a estas subnormales para que tengan algo más productivo que hacer. Ah, no, cierto. No creo que sepan leer.

A veces esta incapacidad de sinapsis nerviosa tiene que ver simplemente con que su vida es muy aburrida. En otros casos hay móviles. El móvil por antonomasia siempre es la envidia y/o resentimiento. Envida ya sea por cuestiones físicas, como, no sé, te saco diez centímetros (cosa rara en mí) o, no sé, soy fotogénica, o quizás a mí no me sobran 35 dientes en la boca (tranqui, chicas, son cosas con solución: si sos enana, tacos, si no sos fotogénica, photoshop, si te sobran dientes, un cóctel de extirpación y ortodoncia). Resentimiento como acto reflejo de la envidia, o porque les soplaste el macho, o porque, no sé, el que se fue a Sevilla perdió su silla, y mi silla está perfectamente pegada al piso, para sacármela vas a tener que serrucharlo, cosa difícil, entre el concreto y el parqué.

En fin, no veo ni entiendo la necesidad imperiosa de andar haciendo escaramuzas vanas (valga la redundancia), ni cuál es el intrínseco deleite que encuentran en criticar gente que, apenas y ataráxicamente sabe de su existencia. ¿A tanto puede llegar la envidia? Chicas, no queda lindo, y lo único que hacen es justificar esa teoría masculina de que somos todas histéricas. Acá cerca de mi casa hay una señora amorosa que en la calle vende chucherías, una vez vi que vendía vidas, no eran caras, yo les regalo el envío, a capital, al conurbano, a la provincia, da igual.

Básicamente, la cosa es que, las que tienen el problema, son ustedes. Porque las que somos objeto de crítica, (crítica infundada, hecha por gente no calificada, sobre asuntos no calificables) sólo nos damos cuenta de lo copada que somos que hasta se nos puede tener envidia. Ahora que lo pienso, esto es mejor que una terapia. Pensar que pasé años de años en psicóloga porque me cargaban en el colegio. Qué terapia ni qué ocho cuartos, soy tan genial que la gente me envidia, GENIAL. Y soy todavía más genial porque me envidia gente que no me conoce. Dios, no sé qué hago desperdiciando mi vida acá, frente a una compu.

Pero bueno, qué vamos a hacerle. Mamá siempre me lo dijo: Las diosas somos así.

Hablando de otro tema, estoy llegando a la conclusión de que hay determinadas consonantes del abecedario que son sabrosas y no paran de comérselas. Guarda, no sea cosa que se indigesten.

lunes, 21 de marzo de 2011

Del gataflorismo

Que el refrán del gataflorismo se inventó en función de la feminidad, no tengo ninguna duda, y que el 97% de las veces que se nos aplica es en función del sexo masculino, de eso tampoco tengo dudas. La cosa funciona básicamente bajo una serie de aspectos encadenados al mejor estilo “efecto mariposa”, pero como las mariposas para todos son un bichito divino (menos para mí, que las encuentro especialmente repugnantes) y el tema que estamos tratando tiene de todo menos de divinidad, vamos a decirle “efecto gata peluda”, porque los resultados, asustan, desagradan y pinchan. En fin, el punto es que es un síndrome que se desarrolla en distintas etapas, que pueden darse de manera sincrónica y diacrónica.

La primera de ellas es la etapa “no tengo destino y por tanto, cualquier bondi me deja bien”. Eso sí, cualquier bondi te deja bien si te deja en una zona medianamente residencial, no a más de cinco cuadras de algún centro urbano, con un nivel social de clase media para arriba, con restaurantes de sushi y/u otras comidas exóticas, pero también con una parrillita, porque a veces se me antoja un choripán con chimichurri y qué sushi ni qué ocho cuartos. Porque no da que el bondi que te tomaste en el hastío de la vida cotidiana te deje en una zona fea y sin las peculiaridades que describimos cual aviso de “se busca” para los clasificados del diario. Entonces, partiendo del axioma de la cualquieridad de bondi una agarra viaje con el primer salame que se le cruza. Por supuesto, porque somos mujeres,  por más que todas eventualmente nos la demos de superadas, nos enamoramos perdidamente del fulano en cuestión. “Boluda, lo amo. Quiero casarme con él y tener muchos bebés”.  Hasta que a las tres semanas hiciste el motif index de los defectos del señor y te diste cuenta que si ponés en la balanza las cosas buenas y las malas, el lado de las malas cae estrepitosamente y te agujerea la mesa (y no digo el piso porque abajo del parqué hay concreto, pero seguro que el parqué te lo raya). Al fulano en cuestión, (con el que corren dos posibilidades a tratarse a posteriori) se le deja de responder mensajes de texto y/o publicaciones en facebook paulatinamente hasta (gracias a Dios) se deja de hablarle, para que pase a ser otro aparato más en el catálogo de tarados a domicilio.

La segunda etapa es la de “no tengo muchacho que me festeje y tampoco tengo mucho que estudiar, ergo, mi vida se vuelve monótona y aburrida así que voy a buscarme algún zapallo del cual enamorarme”. Una de las posibles consecuencias de esto es la etapa I, la de los bondis, agarrás viaje con cualquiera porque estás aburrida, te aburrís del  cualquiera y volvés a la etapa II y así sucesivamente.  La otra posibilidad es la que me lleva a describir la etapa III.

La etapa III es la etapa del amor imposible. Me enamoro de uno que SÉ positivamente que no va a darme bola. Y te enamorás a propósito, a sabiendas de que no te da bola. Y como no te da bola te enamorás más. Y luchás incansablemente y llorás porque no te da bola, y en cambio anda saliendo con ese gato, esa baratija de bazar, esa yegua que se tiñe el pelo con agua oxigenada y después tiene raíces de dos centímetros y tres milímetros de pelo ligeramente menos rubio y entonces es una grasa.

La etapa IV es la etapa del “enamoramiento hasta la correspondencia”. Ligeramente similar a la etapa III, consiste en el enamoramiento típico de la etapa de los bondis, súbito, repentino y abrumador, en el que una lo ama en secreto y planea un casamiento en la playa con palomas saliendo de una canastita de mimbre cuando terminó de ponerme el anillo de oro que por dentro reza “tuyo hasta la eternidad”. Este enamoramiento continúa hasta el momento en el que el muchacho en cuestión empieza a manifestar interés.  Posiblemente quiere presentarnos a la familia o nos dice que nos quiere. Ni hablar cuando a una le dicen que no esté con otros. No, no pensaba estar con otros, pero abriste la boca y la cagaste. Esas cosas no se dicen, ¿cuándo van a aprenderlo? Si la mujer quiere estar con otro, no va a dejar de estarlo porque se lo digan. Y entonces, de golpe y porrazo, el casamiento ya no va más porque el abogado de divorcio puede resultarme sumamente caro, y el chico es un freak que salió quince días con una y ya mirá con lo que me viene. Ergo, chau muchacho, hola etapa I y/o III.

Por último, la etapa que viene a resumir la historia: la etapa de “me aburrí de estar sola y me busqué un pseudo novio, pero él no sabe ni sabrá que es mi novio, y si me dice que me quiere corro espantada, pero ¿qué pasa que no me dice que me quiere?”. Es básicamente la etapa de la duda y la impotencia. Salgo con el muchacho y a mis amigas les digo que “ni loca me ennovio”, pero una sabe que secretamente está organizando la agenda para ver qué película vemos juntos el mes que viene. Y a qué restaurante vamos al mes siguiente.  Y todo marcha GENIAL, porque con él la paso bárbaro y no me manifiesta afecto desmedido. Pero ¿qué pasa? ¿Qué onda? Pienso en vos, quiero que pienses en mí… ahora, si pensás en mí me da miedo. ¿Pero pensás en mí? Porque, digo, no da que yo piense en vos y vos no pienses en mí.  Y así, la duda nos carcome por meses, hasta que un día el susodicho nos dice que nos quiere, y que quiere formalizar. Y como fueron meses de tortura a una ni se le ocurre decir que no, porque ahora SÍ lo quiere.

En fin, básicamente, no nos viene bien nada. El gataflorismo es el mal femenino de nuestro siglo (y del anterior, y del anterior, y así retrospectivamente); puede terminar de dos maneras: la sucesión de muchas etapas y la perpetua soltería hasta la etapa V, o … No, esperen, siempre termina, estúpida pero felizmente, en la etapa V. 

sábado, 12 de marzo de 2011

Precisión Léxica, por favor.

Yo sé que, hoy por hoy, una mujer como la gente cotiza alto en el mercado, con la sobrepoblación de quinceañeras curdas y con expectativas de un futuro no promiscuo casi nulas. Lo sé, y lo entiendo. Y como lo entiendo, le pongo la mejor onda para asimilar por ósmosis los chamuyos insurrectos que a veces una escucha por la calle. Algunos son tan ingeniosos, que, de no ser por el hecho de que son olímpicamente groseros, los plasmaría todos, porque no tienen desperdicio. Pero bueno, internet es de acceso público y no queremos niños de 10 años que le griten tamañas groserías a las niñas. El punto es que, fuera de la elite que se dedica a atiborrarse la boca con cuanta palabra sexual y grosera se cruce en su camino para hacer luego ingeniosas asociaciones, existe otro pequeño grupillo de hombres al acecho que seguramente nos sorprenda con su talento lexical. Y no porque una diga “puta, este flaco me compra con su manera de hablar” (que haberlos, sí los hay), sino porque una se asombra (y no deja de asombrarse por unos cuantos años porque esta subespecie abunda en ejemplares) de la cantidad de estupideces que un hombre puede decirle a una mujer en pos de ganar su corazón.

Sin contar con los que buscan cualquier motivo, razón y/o circunstancia para agregarte al facebook, y cuando les preguntás que quién es, seguro que alguna huevada cósmica te tiran. No, que te vi en un grupo y me pareció que te conocía de algún lado. Eh, capo, tu ciudad actual es España, la mía Buenos Aires, explicame qué tan probable es que nos hayamos  cruzado. Y ni hablar de esos que hacen una cadena, la copian y  pegan y mandan a cuanta hembra encuentran en dicha red social. Mensajes a los que “cursi” les queda chico. Porque a quién de nosotras nunca le llegó un mensaje diciendo algo como “Te vi en tu foto de perfil, tu mirada es dulce, quizás seas la chica de mis sueños”. ¿Chica de tus sueños? Explicame cómo puedo haber llegado a tu incosciente si en tu puta vida me viste. Explicame eso, por favor. A todo esto, tu incosciente debe ser la realización semi material del llamado incosciente colectivo, digo, porque le mandaste el mensaje a toda la colectividad femenina del país, y de países linderos, ya que estabas.



La última que llegó a mis manos (o mis ojos, porque la leí, lejos de tocarla) fue “vi tus fotos y me pareciste una piba INTERESANTE”. Fantástico, ahora me siento como un alien. Sería genial que me dijera que soy interesante si me escuchó hablar, o no sé, entró a la pestaña de información y vio qué libros y películas me gustan. Pero ver una foto y parecerle interesante… Me hizo sentir como un mono para experimentación de cosméticos. ¿A qué clase de hombre se le ocurre intentar ganarse la simpatía de una chica diciéndole que es “interesante”? Si te parezco fea metele onda por otro lado. No sé, decime que tengo linda sonrisa, te  juro que me lavo los dientes todos los días, tres veces al día y con enjuague bucal. Decime que te gusta cómo me visto, que tengo una mirada misteriosa. Pero ¿que te parezco interesante? Por el amor de Dios, voy a volver a decirlo, me siento como un subgénero de rata de laboratorio examinada. Y encima después me la remata con “y sos una chica prolija con un aro en la nariz que le da el toque justo”. ¿Toque justo de qué? No me puse el aro para jugar a la bibliotecaria rockera. No, si será que Dios los cría, el viento los amontona, y los empuja en mi dirección, porque tengo un imán para la gente con chamuyos esquizoides.

Pero bueno, el punto es que una a veces se pregunta cómo hay tantas chicas lindas solteras o tantas lesbianas. Y es que una ya no sabe qué hacer. Porque si es lindo es tarado, si es tarado una lo deja de ver lindo, si es feo y encima tarado, menos que menos.  Conclusión, a seguir buscando, chicas, haberlos los hay, pero están bien escondidos los turros. No importa, ténganlo presentes, hombres aceptables, no se nos van a escapar. Y bueno, mientras tanto, a seguir promocionando a la RAE para que enseñe alguna palabra más copada que INTERESANTE. Interesante es un libro, y por mucho que me gusten las letras, no está bueno que te digan que te ves interesante. La primera asociación libre que una hace es “si soy interesante soy como un libro, ergo, soy cuadrada”. Gracias, lógica aristotélica. Gracias por volverme lo simplemente retorcida que soy, valga lo ambiguo.

viernes, 11 de marzo de 2011

"A Coti Esposito también le gusta esto".

Facebook no sólo es una red social. Facebook es un delator.  Y el peor de los peores. Ahora todos nos enteramos de todo por facebook y uno se pregunta para qué sirven ya los noticieros. Con que una sola persona empiece a esparcir el rumor, todos nos vamos a enterar de todo. Que si fulano se fue de vacaciones y a dónde (y por qué empresa, porque seguro que se sacó una foto con el avión, y a qué hotel, y si la comida del hotel era buena, y si los baños del hotel eran lindos, etc.), que si mengano está con Florencia, Lucía, Jazmín o Antonella, que la ama, que a la semana se pelearon y “Menganito ha pasado de tener una relación a estar soltero”. A lo que un 50% de sus conocidos van a comentar: “Nooooo, qué pasó!? LUn 15% del total de sus amigos (este porcentaje en su totalidad del sexo masculino) va a comentar: “Uh, buenísimo, ahora JODA”, la mitad del porcentaje restante va a apretar “Me gusta” y el sobrante ni siquiera sabe quién es Menganito ni por qué lo tienen en facebook. A todo esto Menganito está en su casa llorando destrozado, y sin ganas de explicarle a nadie qué pasó y mucho menos de irse de joda. Y preguntándose “¿Cómo podés ser tan hdp como para que “te guste” mi desgracia?”.

En fin, en sus peculiaridades delatoras, el facebook ha sabido demostrar olímpicamente lo mal de la cabeza que está la raza humana, entre otras cosas, mediante las aplicaciones para crear grupos. Entonces uno entra a su página de inicio y ve que 750 publicaciones de un NN. “A NN le gusta…” Explicame una cosa, ¿Cómo pueden gustarte TANTAS cosas? ¿Y cómo puede ser que todo lo que te gusta esté en facebook y yo tenga que fumarme todas esas publicaciones? A nadie le interesa conocerte en TANTA profundidad. Ponete a estudiar, trabajar o algo. Porque todas estas publicaciones de “a NN le gusta tal o cual cosa” ponen en evidencia la situación sentimental de la persona (porque NN ya tuvo el ingenio suficiente para evitar que el público de fb vea su situación sentimental y le pase lo mismo que a Menganito). Entonces uno ve “Un hombre que ama a una mujer…”, cagamos. NN está enamorado. A la brevedad vamos a observar que a NN le gusta “Si una mujer llora por un hombre, lo ama. Si un hombre llora por una mujer, no puede vivir sin ella”, cagamos, al flaco le acaban de echar raid.  Finalmente a NN le va a gustar “Me cansé, me pongo el parche y me compro un loro” porque ya se desamoró y quiere irse de joda. Seguro que en una semana la persona en cuestión aparece en una relación con la que conoció en el boliche cuando finalmente se fue de joda y empieza la secuencia de nuevo.

A todo esto, estábamos en que los grupos de facebook ponen en evidencia la locura generalizada. Ahora, lo que no deja de sorprenderme es la cantidad abismal de grupos enfermos que hay. Porque los grupos estos cursis son cursis y punto. Ahora, cuando entro y veo cosas como “Un hombre piensa que su mujer lo engaña porque la ve mandando un mensaje de texto. Quiere aclarar  las cosas pero se deja llevar por la ira y, sin querer, acuchilla 72 veces a su mujer en la carótida. Luego ve el celular y ella había cambiado el fondo de pantalla por una foto con él”. O sea, qué clase de gente enferma crea ese grupo, y a todo esto, quiénes son los 2.550 morbosos a los que “les gusta eso”. O si no, para desviarnos del ámbito de las parejas “Un amigo necesita un trasplante de hígado, lo operan, cuando sale de la operación pregunta por su mejor amigo. Ve que su madre rompe en llanto y le señala la cicatriz de la operación”. A ver, seamos realistas, qué tan seguido pasa esto como para que se cree un grupo de facebook con el que se supone que debiéramos sentirnos identificados. Y encima, ¿a qué clase de persona puede gustarle que un chico se haya sacrificado? Y además, ¿No es ilegal sacarle un órgano vital a una persona viva? O si no, grupos que pretenden darnos lecciones de vida. Claro, porque si lo leo en facebook seguro que me caen todas las fichas y lo pongo en práctica. “La vida es una cancha de fútbol…” No. No me gusta el fútbol. “La vida es como una palta…” No, la palta tampoco me gusta. Y ahí empezamos a mechar de nuevo con el contenido macabro: “La vida es un campo de concentración del que no saldrás vivo. Así que disfruta cada momento y se feliz”. ¿Cómo se supone que disfrute de cada momento en un campo de concentración? ¿Cuál es su problema que hacen tantas analogías sin sentido?

Y por supuesto, una vez superado el obstáculo del contenido caemos en la desgracia de lo formal. ¿Es que acaso Lengua y Literatura dejó de estudiarse en los colegios? No, gente, el idioma castellano no es como el inglés: nosotros no tenemos sonidos “sh” ni usamos la “k” salvo en palabras como “kiwi” (que conste, viene del maorí). Grupos que, más allá del contenido, son ilegibles. Porque estaría buenísimo saber si categorizan como cursis o mórbidos, si uno pudiera superar el obstáculo de la escritura. En lo personal, opté por no unirme más a grupos con más de una falta y media de ortografía (1 punto para las –s- que deberían ser –c- y medio punto para los acentos y malos signos de puntuación).

Como última categoría podemos agregar aquellos grupos que consisten en la crítica o apoteosis de Justin Bieber. Dentro de seis meses, cuando hayan terminado sus prolongados quince minutos de fama, seguramente haya grupos como “Se acuerdan de Justin Bieber…”.

Y, para aquellos  a los que estar leyendo grupos les da fiaca y necesitan adicciones más sanas que el cigarrillo, alcohol y/o drogas (duras y blandas), han sido creados los juegos varios como el Treasure Island, el CityVille o el FarmVille, y que necesariamente implican el intecambio y la reciprocidad con otros propietarios de un facebook. Ahora, si el propietario en cuestión llega a su casa a las 20:00 del trabajo, cansado, frustrado porque tuvo un mal día, ¿con qué necesidad tiene que entrar a su perfil y ver que tiene 85 notificaciones, y que, sólo dos son de gente que le firmó el muro y las 83 restantes son solicitudes de los antes mencionados juegos? Ni hablar cuando encima le llenan el muro de publicaciones en las que le piden un paquete de energía, un pulpo tuerto, una vaca rosa que la ordeñás y te da leche de frutilla, un atado de alfalfa, y demás derivaciones. ¿Tanto tiempo al pedo va a tener la gente? (Y si encima una tiene una madre a la que no le alcanza con viciar en su propio facebook y nos usa el nuestro para seguir alimentando su vicio, es todavía peor. Y sí, me baso en un hecho real y MUY de mi conocimiento).

En fin, básicamente, facebook es una red social. Con razón está tan llena de pescados.

jueves, 10 de marzo de 2011

Soy Pura Mujer (SPM)

Eventual y regularmente en nuestras vidas nos despertamos un día con ganas de acribillar a alguien. Y una se pregunta qué pasa que hoy nos sale todo mal. Qué pasa que hoy me plancho el pelo exactamente igual que ayer y antes de ayer (y así sucesivamente) y hoy me queda horrible. Y no, no es la humedad, porque afuera hay un sol divino y corre una brisita fresca. Qué pasa que hoy pasé quince minutos delineándome los ojos, cuando usualmente me los delineo en tres y siempre me quedan bien.  ¿Por qué hoy no me queda bien NADA de lo que tengo en el placard? Y por supuesto, después de la clásica crisis del qué me pongo, pero magnificada, rompo en llanto porque soy horrible, nadie me quiere, me voy a morir sola, arrugada, fea, sin hijos, sin nietos, y sin gatos. Porque todos los gatos que pueda adoptar me van a abandonar en pos de la vecina que les da Whiskas. Porque claro, los muy malagradecidos se van con la yegua esa que es más rubia, más flaca, más pechugona, y encima les da Whiskas. Llanto compulsivo.

Ni hablar si una ya tiene un novio, novia, pareja estable, chongo de turno o como quiera llamarle, que seguro en ese mismo momento no está en el trabajo/facultad/médico/cirugía a corazón abierto (entiéndase como paciente, claro está) donde nos dijeron que estaban. No, seguro que está con otra. Con otra o con los tarados de los amigos que lo llevan por mal camino por jugar al pes 2010 en la playstation más de tres veces por semana. Continúese el llanto.

Y claro, vas a trabajar, al colegio, a la facultad y TODOS te miran porque estás espantosa. Y te pasás las manos por el pelo tratando de peinarte pero estás horrible igual. Y te aguantás las ganas de llorar. Y sí, esas yeguas en la parada del colectivo SEGURO que se ríen de lo espantosa que estás, porque a quién se le ocurre que puedan reírse de un chiste y/o anécdota.  Y no, hoy el chico que te gusta/compañero de trabajo no te miró porque estás horrenda, y no porque está concentrado en lo que hace. A todo esto el ya mencionado chongo de turno no te mandó un mensaje en TODO el día (y sí, son como las 10:45 de la mañana!) porque seguro que está demasiado ocupado para pensar en vos. Porque claro, qué más puede tener que hacer que pensar en vos un día de semana en plena mañana. Nada, obvio.

Como el día sigue  y son como las tres de la tarde y el muy hijo de (inserte puteadas varias) no mandó ni un mísero mensaje, una tiene que hacer algo. Hay que buscar la solución. Y la solución vale su peso y no en oro. Vale su peso en kilos de galletitas, helado, papas fritas, pizza, tortas de sabores y texturas varios, y restos de comida en la heladera.  Eso y posiblemente alguna película de esas sadomasoquistas como Diario de una Pasión o LoveStory. 

En el clímax de la película  por supuesto suena el celular. Y quién es si no el susodicho idiota desconsiderado, que nos habla dulcemente con un “mi amor, cómo andás?” Y arde Troya.  Cómo que cómo ando. ¿Y con esa tranquilidad me lo decís? Ah, pero veo que es la hora de la boludez.  O sea, pasó TODO el día (17:35) y no apareciste y esperás que te trate como si nada! No, así no va. No te importo ni un poco, no le das a nuestra relación el criterio que se merece y no quiero ser la que está más comprometida de los dos. CHAU.

Y como no nos alcanzó en una tanda, lo llamamos un par de veces más para putearlo en cuotas. Y el otro inepto seguro que no sabe ni qué hizo y se está rascando la cabeza  cual chimpancé analizando lo que hizo (no lo que no hizo) en el día para que nos enojáramos. Y hasta que no se dé cuenta de qué es lo que hizo, ni se nos ocurre perdonarlo. Y como cuidado paliativo a todo esto nos comemos un kilo de helado mientras lloramos porque él es un pelotudo y porque la mamá no nos quiere y seguro que ella le está llenando la cabeza en contra nuestro. Vieja retorcida. Trolo te va a salir el pibe así.  Más llanto.

A todo esto, en un pequeño espasmo en el que el llanto se termina una se da cuenta de que tiene un importante dolor en el abdomen. Y ¡Bingo! Bienvenido Andrés, gracias por traerme la explicación a la crisis que me abrumó todo el día. Al menos ahora ya sabemos que no estamos locas, o al menos no tanto. Y entonces suena el teléfono: “Hola mi amor… quería preguntarte si te vino”. Pobre, ¿no? Porque seguro que lo hizo con la mejor intención, pero tiene menos tacto que una gallina. ¿Cómo se le ocurre preguntarme si me vino cuando me vino? ¿Qué clase de problema a nivel neuronal tiene? No, eso no se pregunta, y eso te vale el corte telefónico. SALAME.

En fin, el tema es que no estabas horrible. Estás indispuesta. Bah, para una es más o menos lo mismo. Pero al menos nos trae a la memorias que somos MUJERES. Y, a pesar de Andrés, sigue siendo genial.

miércoles, 9 de marzo de 2011

The show must go on.

Todos, o la mayoría mentalmente saludable, nos hacemos los bananas todo el secundario. Que no estudio, o, en el caso de los más ñoños (ejemplifíquese con mi persona y casos peores) estudio lo justo y necesario para aprobar. El secundario es el régimen perfecto para la ley del menor esfuerzo. Y llega el examen, y sí, uno se pone un poquito nervioso, pero no pasa nada, total, al profe lo conocés, le ves la cara todos los días, sabe quién sos, etc.

Resulta que un día el secundario se termina y uno tiene la esperanza de que en la facultad va a seguir haciendo las mismas bananadas y que van a seguir dando resultado. Hasta que la profesora de literatura española te avisa que tenés que sacar fotocopias del bloque I, y vos vas, y te encontrás con una pila de 10 cm de crítica literaria. Y te da un ataque porque es el bloque I, ergo, hay un bloque II, un bloque III, y continúe usted la secuencia. Una vez que te acostumbrás a las cantidades colosales de material de lectura, llega la instancia de final. Y el quid de la cuestión es: si en 5 años de mi vida, dando exámenes, no me puse nerviosa, qué pasa ahora que no sólo estoy nerviosa si no que mi estómago es un zamba de jugos gástricos y mi cerebro una  casa de los espejos (continuando con las analogías con ferias) en las que los pensamientos, conceptos y derivados se reproducen continuamente hacia el infinito y más allá y llega el punto en el que preguntan “¿nombre?”, y automáticamente gritamos “RODRIGO DÍAZ  DE VIVAR” y no, capa. Ese es el Cid, sí, el famoso. Vos sos Constanza Esposito, Letras, tercer año… “aah… cierto…”. El punto es que este sin sentido de emociones nos vuela la cabeza y nos sumerge en un mundo de posibilidades emocionales nunca antes vista. Porque en el secundario te importaba poco y nada dar geografía con 6, 8 o 9. Claro, sacarse un 9 era genial, pero el punto era aprobar. Total a mí qué me importaba la geografía. Pero ahora llegás y te chocás con cosas que te gustan y que te forman como profesional. Y alguien SÍ va a mirar tu promedio a la hora de contratarte. Entonces empieza la crisis. Que no puedo, que soy una inútil que dejo Letras y me dedico a contar los azulejos del techo porque mi cerebro no da para más, y ni siquiera, porque capaz que después del azulejo número 715 me pierdo. Que voy a tener que aprender a comer por fotosíntesis y/u ósmosis porque soy lo mismo que una planta/crustáceo/esponja, en definitiva, cualquier animal con menos de 0,5 cm cúbicos de materia gris.

De todas maneras siempre llega algún pariente que estuvo en estas circunstancias (y conoce la sensación) y nos convence de ir a rendir. Y uno llega a la facultad pálido, ojeroso, con cara de ser un sobreviviente de algún atentado de la FARC, porque Inés Betancourt cuando salió de su eterno infierno terrenal tenía mejor cara, más color en las mejillas y como 5 kg de más de los que uno perdió entre los nervios, el “no como porque pierdo tiempo de estudio”, y la falta de sueño.

Momento pre final, en el que todos los compañeros estamos allí reunidos por orden del congreso general constituido por padres, madres y o parientes de diferentes cepas. Momento en el que, uno no sabe si releer los apuntes subrayados con resaltadores de colores del círculo cromático completo o si escuchar música, o mandarse mensajes con el padre, madreo o tutor, rogándole que lo rescaten de semejante tortura. Que cocina, plancha, lava el resto de su vida, pero que por favor nos dejen irnos. Porque sí, sentimos que nos están mirando constantemente. Y por si uno no estuviera lo suficientemente trastornado y poco entero llega algún scortum filii (léase hijo de prostituta en latín) que viene y te dice: “Estudiaste el subtítulo tres del apartado veinticinco sección siete subsección B? Porque el encabezado de la foto de la página 714 era importante”. Y uno pasa del letargo en el que odiaba a su persona compulsivamente a un frenesí  e hiperactividad desmedidos en los que abre el manual, busca la página 714, lee el encabezado de la foto que trata sobre extrañas teorías que sopesan la posibilidad de que Rodrigo Díaz de Vivar haya sido concebido por los extraterrestres. Y la puteada más chica nos vuela el lóbulo frontal, pero uno se calla porque, después de todo, hay que poner la mejor onda para ser diplomáticos.

Y sale la profesora del aula, que a nosotros se nos asemeja a uno de esos cuartos de tortura de la inquisición, y teme que el profesor adjunto en la mesa de examen no sea otro que Torquemada, y dice “Esposito”.
Y uno lucha con las piernas, que milagrosamente parecen no querer responder a los impulsos nerviosos del cerebro (“Dale, derecha, movete hacia adelante!”), se arrastra hasta el cuarto, repasando en su cabeza todas y cada una de las peculiaridades estructurales, semánticas, formales, y demás del Cid, se sienta, ve al profesor abrir la boca y escucha:

“Bueno, contame. ¿Cómo se llaman las espadas del Cid?”.
“Tisona y Colada”.
“Bueno, bien, esperá afuera”.

Y claro, uno sale, respira y escucha “¿CÓMO TE FUE?”. El grito colectivo de los que están esperando para rendir.”No sé…” “¿Y QUÉ TE PREGUNTÓ?”. Y tratamos de calmarnos mientras el profesor entrega la nota que resulta que es un ocho.  Y entonces nos odiamos por dentro por ser tan exagerados. Llegamos a casa, dormimos todo el día, estudiamos para el final de la semana entrante. Llegamos a la segunda fecha de final, y el circo empieza de nuevo.

Pero justamente, qué sería del circo sin nosotros, los payasos.

martes, 8 de marzo de 2011

La Mamá Duende.

Pedro Calderón de la Barca escribió una famosa comedia de capa y espada (o de enredo) a saber : La Dama Duende. Extrapolando las peculiaridades del título al siglo XXI bien podríamos escribir una obra nueva: La Mamá Duende.  Mamá duende, particularmente en mi caso porque mi madre mide, con suerte, un metro y medio, pero además porque, universalmente, las madres tienen esa característica de perdernos (y por supuesto encontrarnos) las cosas.

Quién nunca llegó a su casa para encontrarse con su habitación, que funcionaba impecablemente bajo las leyes de la teoría del caos (entiéndase que, a pesar de ser un quilombo olímpico, uno encuentra todas sus cosas), absolutamente ordenada, pulcra, y sin montañas de ropa arrugada apiladas en los rincones. Fantástico, la pieza está divina, ahora, dónde quedó mi cartuchera, mi corpiño rojo, mi bolsa de caramelos sugus, mi revista de frivolidades, etc. (Porque sí, como cuarto de mujer, naturalmente se puede encontrar de todo, ya no es más la teoría platónica de la línea, ahora es la teoría de la cartera, aplicada a la totalidad del cuarto). Y empieza el verdadero caos.

-Mamáaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa, ¿dónde está mi…? Uh, loco. Esta mina, para qué carajo se mete… (continúese con puteadas varias).

Pasamos quince minutos revolviendo frenéticamente, llega la madre en cuestión, y como es mágica, como los duendes, tarda menos de setenta microsegundos en encontrar el elemento buscado. Ante nuestra mirada de asombro y la maternal frustración, que se refleja en sus miradas como un “ah (suspiro), no sé qué harías sin mí” y una leve negación dulce con la cabeza, yo les revelo aquí el secreto. No, no es poder maternal, no es simple orden, no puede ser que eso funcione de manera natural. Estoy segura de que en el momento de la concepción, a la mujer se le activa el mágico gen, claramente heredado del cromosoma materno, de la duendidad. Porque no hay otra explicación. El encontrar cada cosa perdida en la jungla amazónica que es el cuarto de una adolescente no es habilidad de madres, es magia necesariamente.  

Y además, este gen que funciona a la manera de los buscadores de metales para la arena (sí, creo que en sus cabezas oyen un “bip, bip” cuando se acercan al tesoro) viene acompañado de otros dones, por ejemplo:

El poder adivinatorio, para que antes de que les gritemos “Máaaa, me alcanzás…” Ella ya está con la toalla en la mano en la puerta del baño. O si no, para que cuando nos sale el tiro por la culata en una situación X, ellas estén ahí para decir “Yo sabía”. ¿Cómo carajo sabían? No me jodan, no puede ser que “por experiencia” sepan todo!

La capacidad de sanar, porque, desde la dulce y tierna infancia en la que nos duele un dedo porque nos lo agarramos por la puerta (haciendo cagadas, porque claramente nadie mete los dedos en la puerta sin querer y con otro fin que no sea hacer algo prohibido), si la madre viene y nos pone una curita, el dolor es menor que si la curita la pone el padre, tío, abuelo, primo, vecino, perro o perro del vecino. Y no seamos hipócritas, todos sabemos que esto continua con la adolescencia. Sí, tengo 37 grados de fiebre, y me siento terrible (ni hablar si sos hombre, posiblemente estés pensando qué flores querés en tu funeral), me puedo empastillar con cuanto analgésico se cruce en mi camino (o lo que sea que se tome para la fiebre), puede venir tu amiga, darte el mismo Ibupirac 600 que te da tu madre, pero apuesto mi casa a que si te lo da tu madre, en quince minutos vas a estar impecable.

En fin, duende, bruja, o la criatura mágica que se nos venga en gana. No son  normales, intentan engañarnos, se excusan con la misma trillada frase de “Cuando vos tomaste la sopa, yo ya estaba comiendo el postre” (que, aplicada a nuestros tiempos sería “cuando vos fuiste a la barra, yo ya estaba en pedo”), pero la verdad es que no son seres humanos normales. Están dotados de superpoderes e intentan, incansablemente, que no nos demos cuenta. ¿Y lo peor? Todos nosotros sospechamos que son brujas y no nos importa ni un poco. Porque, en definitiva, ¿Qué haríamos sin ellas?.

Y sí, madre hay una sola, y justo me tocó a mí la que tiene poderes mágicos. Genial, mi único consuelo es que, el día que tenga hijos, a mí también se me active el gen mágico y sea igual de irritantemente adorable que ellas.

Te amo, mamá.