sábado, 2 de abril de 2011

Las Diosas Somos Así

Ya  una vez hablé del gataflorismo. Así como existe un canon de belleza universal que cambia y se modifica diacrónicamente, debería existir algo a llamarse: canon de retorcimiento femenino universal.  Con este,  hablaríamos de esa condición  que hace a algunas mujeres esencialmente mujeres. No todas tienen la suerte de tener alguna peculiaridad irritantemente adorable, frescura juvenil, no sé, esas pequeñas cosas que hacen a la personalidad de una mujer atractiva e interesante, entonces hay que buscar una manera de llenar ese, en términos jurídicos, vacío legal. Por eso algunas mujeres son en esencia retorcidas, y pierden la genuina magia femenina para reemplazarlas con un burdo intento de encantamiento infructuoso. No, chicas, a los hombres no les resulta atractivo que hablen mal de otras mujeres (ni hablar si hablan mal de la chica con la que quizás salen), y no cambian de opinión porque ustedes le digan que es infantil o tonta. Lo más gracioso es que, en el 95% de los casos, los adjetivos que usan para defenestrar a la hembra antagónica en cuestión, no tienen sentido. No sé, como que digan que las cosas ñoñas que yo digo son tontas. Pero bueno, parece que con este despertar de lo burdo y dormir de la autenticidad de persona, también muere la creatividad.

El hecho es que esta categoría de mujeres, en definitiva, me despierta cierta lástima. Es decir, la vida podría comparase con una de esas  galaxias espiraladas, divinas, llenas de colores. Con tanta cosa copada para hacer, libros que leer, facebooks en los que viciar, cosas que decir para que la gente oiga, con qué necesidad andan inmiscuyéndose en vidas ajenas. ¿Y a vos qué te importa si Fulana se cepilló a medio país y Mengana le prestaba el departamento para hacerlo? Problema de Fulana y Mengana. O qué te importa si lo que digo tiene tal o cual tinte, no sé, digo. Tengo un biblioteca llena de libros copadísimos, propongo inventar una campaña a llamarse “Dando razones de vida”, genuina vida, y regalamos libros a estas subnormales para que tengan algo más productivo que hacer. Ah, no, cierto. No creo que sepan leer.

A veces esta incapacidad de sinapsis nerviosa tiene que ver simplemente con que su vida es muy aburrida. En otros casos hay móviles. El móvil por antonomasia siempre es la envidia y/o resentimiento. Envida ya sea por cuestiones físicas, como, no sé, te saco diez centímetros (cosa rara en mí) o, no sé, soy fotogénica, o quizás a mí no me sobran 35 dientes en la boca (tranqui, chicas, son cosas con solución: si sos enana, tacos, si no sos fotogénica, photoshop, si te sobran dientes, un cóctel de extirpación y ortodoncia). Resentimiento como acto reflejo de la envidia, o porque les soplaste el macho, o porque, no sé, el que se fue a Sevilla perdió su silla, y mi silla está perfectamente pegada al piso, para sacármela vas a tener que serrucharlo, cosa difícil, entre el concreto y el parqué.

En fin, no veo ni entiendo la necesidad imperiosa de andar haciendo escaramuzas vanas (valga la redundancia), ni cuál es el intrínseco deleite que encuentran en criticar gente que, apenas y ataráxicamente sabe de su existencia. ¿A tanto puede llegar la envidia? Chicas, no queda lindo, y lo único que hacen es justificar esa teoría masculina de que somos todas histéricas. Acá cerca de mi casa hay una señora amorosa que en la calle vende chucherías, una vez vi que vendía vidas, no eran caras, yo les regalo el envío, a capital, al conurbano, a la provincia, da igual.

Básicamente, la cosa es que, las que tienen el problema, son ustedes. Porque las que somos objeto de crítica, (crítica infundada, hecha por gente no calificada, sobre asuntos no calificables) sólo nos damos cuenta de lo copada que somos que hasta se nos puede tener envidia. Ahora que lo pienso, esto es mejor que una terapia. Pensar que pasé años de años en psicóloga porque me cargaban en el colegio. Qué terapia ni qué ocho cuartos, soy tan genial que la gente me envidia, GENIAL. Y soy todavía más genial porque me envidia gente que no me conoce. Dios, no sé qué hago desperdiciando mi vida acá, frente a una compu.

Pero bueno, qué vamos a hacerle. Mamá siempre me lo dijo: Las diosas somos así.

Hablando de otro tema, estoy llegando a la conclusión de que hay determinadas consonantes del abecedario que son sabrosas y no paran de comérselas. Guarda, no sea cosa que se indigesten.

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