lunes, 18 de abril de 2011

ευδαιμων-FOBIA

ευδαιμων en griego significa algo así como felicidad, alegría o prosperidad. Si a esta base etimológica le agregamos el sufijo “fobia” para crear una palabra compuesta, tenemos entonces el padecimiento de un importante porcentaje de la masa femenina poblacional del mundo. Miedo a la alegría, que puede traspasarse y ser también miedo al hecho de sonreír. ¿Nunca conocieron a una persona de esas que uno se pregunta si acaso no tiene músculos en la cara o qué? Yo me pregunto ¿Qué tanto puede apestar la vida para que uno vaya paseándose con una cara olímpica de culo que puede frenar un camión con acoplado? Uno le pone la mejor de las ondas, las saluda, les pregunta cómo están y la respuesta es “Bien”. Si son sopranos, contraaltos o mezzos es un misterio, porque ese “bien” fue gutural, como un gruñido de perro que acecha la carroña. Y notamos cómo la comisura de sus labios lucha incansablemente para amagar una sencilla sonrisa… pero nada. Al contrario, da miedo, es algo macabro y uno se aleja lentamente, como de las fieras: no hay que salir corriendo despavorida, corremos el riesgo de que nos persigan y recluten para seguir agrandando la especie de caracúlicas crónicas que quieren gobernar el mundo (Ahora que lo pienso,¿se acuerdan de Pinky y Cerebro? ¿Cómo nunca se nos ocurrió que estas amargadas sean la descendencia de Cerebro? Así, el caraculismo sería sencillamente hereditario y lo de conquistar el mundo tendría explicación).

Las otras, que suelen pegarse y andar traspasándose su mala onda la una a la otra, son las pesimistas. Pero no hablamos aquí de las simples pesimistas cotidianas de “seguro que no me da bola” o las que tienen un tinte paranóico de “seguro que no me llama porque me está engañando con la concuñada”. No, las pesimistas que lo son por el simple hecho de serlo, ¿me explico? Es decir, aquellas a las que les decís “El día está precioso, mirá qué sol” y te responden “Mañana va a estar nublado, este sol sólo puede significar que pronto va a llover catastróficamente porque lo soleado no puede ser permanente”. Insértese aquí una cara de WTF (En castellano ¿QUÉ CARAJO?). Son esas a las que les contás que te sacaste un diez en un final y te contestan que seguro que el próximo lo desaprobás porque existe una proporción entre la cantidad de bochazos y de buenas notas. Por cada 3 buenas notas, te bochan. Pero que igual no te preocupes porque no es tu culpa, no, es algo determinado por una fuerza cósmica, que seguramente es la misma que determina que cuando salís a tomarte el colectivo más temprano porque no querés llegar tarde, el colectivero decide manejar más lento o justo está cortada la calle por un grupo de manifestantes a favor de los derechos civiles de las abejas. 
Y, además, cuentan con otra peculiaridad. Es el tipo de pesimista que uno podría compara a un ateo combativo o a un fanático relgioso: ¿Vieron esos que te preguntan con disimulo, como quien no quiere la cosa, qué fe profesás, y cuando les decís tal o cual, te taladran el lóbulo frontal del cerebro so pretexto de cuestionar todos tus parámetros de vida? Bueno, así. Son las pesimistas combativas: no sólo se regodean en el hecho de tener una capacidad especial para ver el vaso, ya no medio vacío, si no completamente vacío y de paso una sequía a nivel mundial, cosa que el vaso no pueda volver a ser llenado nunca más y para hidratarte tengas que chupar un cactus con espinas. Son esas que odian el optimismo porque es ridículo, porque, claro, cómo puede tener sentido el optimismo en un mundo en el que, por fuerzas cósmicas unidas en congreso general constituyente que NECESARIAMENTE se confabulan en tu contra, cosa que mañana, cuando salgas con el pantalón blanco para ir a la facu, pises esa única baldosa floja de la cuadra, y justo haya llovido, y te embadurnes todo el pantalón con la mugre de la calle. Tiene mucho sentido, quién puede ser positivo en esta clase de mundo, por Dios.

Perfecto, habiendo establecido el nombre de la patología y la sintomatología (la constante y subsecuente verbalización de las desgracias cotidianas e inminentes), sería bueno buscar la razón que lleva a esta subespecie humana a ser de esta manera. La posibilidad por antonomasia seguramente sea el fracaso. Pero fracaso es una palabra muy fea, y quizás insuficiente, no podemos agotar el sentido de esta enfermedad en el fracaso. Entonces yo propongo, a manera de tesis, que la causa es el gataflorismo. Pero así como el bipolar se mueve en dos polos, uno de euforia y otro de intensa depresión, así, este gataflorismo va a tener una marcadísima tendencia al pesimismo. Pongamos un ejemplo básico: Soy una reventada. ¿Por qué soy una reventada? Porque mi vida amorosa es un fracaso, y ¿Por qué es un fracaso mi vida amorosa? Porque (evitemos la palabra que el refrán en criollo implementa) no hay NADA que me venga bien, y en vez de reírme de mi desgracia, me revuelco en ella patológicamente y ODIO a todo aquél que no lo haga. O, si queremos ser menos elaborados, menos benevolentes, podemos decir que su problema es que son frígidas, y sí, frígidas en el sentido literal de la palabra, y ya que estamos, la dejamos como insulto.

Qué suerte tenemos las que zafamos de esto, porque a. la cara de traste crónica no es atractiva ni parte del encanto de ninguna mujer, b. las histéricas deprimentes son un fastidio, c. Sí, quizás este mundo no sea ni el mejor, ni el más divertido, ni el más justo, pero, hasta donde tengo entendido, unos cuántos millones de litros de agua y unos cuántos millones de hectáreas no son “felices”: las personas son felices, y, por simple lógica proposicional (p.q>s) Sí la Tierra depende de sus habitantes y sus habitantes son felices, entonces la Tierra es feliz. Conclusión: Si el mundo es una cagada, lo es porque hay gente como ustedes poniéndole cara de perro a la vida. Dejémonos de joder, sonriamos, si el problema es que tienen fea sonrisa… bueno, siempre podemos lograr que la ortodoncia sea de gratuito acceso para todos. 

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