sábado, 29 de octubre de 2011

La lógica del Para Siempre


La mente fememenina es complicada. Para un hombre, lineal y simple, algunos de nuestros razonamientos retorcidos (pero profundos) son incomprensibles. Pero ese del que posibilemente muchas no se hayan encontrado portadoras, y no quieran asumirlo, es el que yo llamaría la lógica del para siempre. Cómo funciona? Bien, es así: Ante cada corazón roto, una vez superado el dolor, empieza la superación y la lógica del nunca más, es decir “Al final era un tarado, menos mal que me lo saqué de encima. Ahora nunca más me engancho con nadie para que me destruyan  como este infeliz, cuya vida espero que sea miserable y que vea lo que se perdió conmigo”. La idea es que el chico, en el boliche, trago en mano, chamuyo en proceso, súbitamente tenga una epifanía y entienda que nosotras somos ÚNICAS y que corra a nuestra puerta con un ramo de flores gigante (tipo de velorio), mariachis, o, aún mejor, él con una guitarra cantándome que “ay, mi amor, sin mí no entiende el despertar y que sin mí su cama es ancha”. Claro que ante eso, nosotras vamos a responder con un baldazo de agua fría y un JODETE. Acto seguido revolearemos el pelo hacia atrás, nos acomodaremos el camisón (sexy) y volveremos a entrar con el hombre musculoso y bronceado, inteligente, que cocina bien, que tiene sentimientos y no tiene miedo de llorar, que nos idolatra (y que no existe) y seguiremos viendo Diario de una Pasión acurrucadas en sus brazos.

Pero la realidad es que, por superadas que estemos, negamos el hecho de que, en algún punto estuvimos enamoradas y es ahí donde la lógica del para siempre estaba puesta en acción. Y la otra verdad es que, eventualmente, el musculoso y bronceado va a dejar de parecernos sensible y va a parecernos llorón y nos vamos a buscar otro. Cuando encontremos, o nos encuentre, ese otro, la lógica del nunca más (que es excluyente con la del para siempre) se va a apagar, y la del para siempre se va a prender.

Cómo funciona la lógica del para siempre? De la siguiente manera: Ante cada hombre de nuestras vidas (para las más sanas esto sucede en casos serios de noviazgo, para las menos sanas, sucede en cada chamuyo), una vez comenzado el proceso de obnubilación natural, comenzarán a ser buscados por nuestra persona razonamientos lógicos que  sirvan de sustento para la teoría de que “él es el indicado”. Por ejemplo:  
Y Mirá, su papá es primo segundo del papá de mi mejor amiga… por eso ÉL tiene que ser el hombre con el que me voy a casar. O bien: Lo conocí en la línea 24 de colectivo que tomo todas las mañanas, se baja en la misma parada que yo… eso no puede no ser una señal del destino. Nos conocemos desde niños, eso tiene que ser la prueba de que esto va a ser para toda la vida. Veraneamos en el mismo balneario, tiene que ser el padre de mis hijos. Fue el primer hombre que se rio de mis chistes… sin duda él es el correcto.   

Y la realidad  es que, por más que en el momento del razonamiento lógico el mismo tuvo muchísimo sentido, esas teorías hacen agua por todos lados, y como así hacen agua, las relaciones se hunden como el titanic. Porque que él se ría de tus chistes y nadie más lo haga, no significa que sea el indicado, significa que a. tus chistes son malos en exceso, b. él es medio idiota, c. no tenés gracia para contar chistes, d. todas las opciones son correctas. Que veraneen en el mismo balneario tampoco tiene que significar que te vas a casar con él… digo, mucha gente veranea en Pinamar, así que no te preocupes, que si no es él, tenés otros potenciales amores de tu vida, y encima tenés para elegir durante enero y febrero, a ver si los que en enero estaban verdes para febrero maduran. Que se conozcan desde niños, en rigor, más que un indicio de amor eterno tiene que ser un aviso, un, lo que en literatura aglomeraríamos como “memento mori-tempus fugit”. Es decir, verlo crecer no es un “quiero llegar a vieja con vos”. No, es un acordate de que ahora tiene pelo pero se puede quedar pelado, ahora está flaco pero va a ser panzón, ahora es coqueto pero después va a estar velludo, gordo y sudado, cerveza en mano viendo el fútbol y gritando como el tano Pasman. Y no, no creo que sea eso lo que quieras para tu vida, digo, a los 20 saber que tu hombre va a ser un calvo, gordito y panzón igual que su padre, que, como te conoce desde pequeña, pasa en shorts de fútbol, panza al aire, sudado y demás características.
Lo mismo el colectivo: seguramente viajás con un 25% de personas que viajan con vos todas las mañanas,  lo que pasa es que no las notás porque estás muy ocupada babeándote con el salame que está en frente tratando de desenredar los auriculares de su reproductor de música. Y que no, no te mira porque sea el amor de tu vida, te está mirando el busto.
Y que tu papá sea primo segundo de ya ni me acuerdo qué pariente, tampoco es manifiesto de nada. Eso en la vida se llama contingencia, o bien “tuviste la mala suerte de cruzártelo y que te encandilara, pero no te preocupes. Él solito se va a encargar de arreglar eso con sus malos modales en la mesa, porque, claro, a qué mujer le gustan los hombres que eructan sonoramente en la mesa?”.

En fin, el punto es que buscamos desesperadas aferrarnos a ellos de alguna manera. Bah, creo que más que un aferrarnos, lo que buscamos es una justificación. Un certificado que podamos usar cuando nos preguntemos luego “qué hacía yo perdiendo mi tiempo con este tarado”. Y ahí podremos respondernos que pensé que era el amor de mi vida porque lo conocí en el correo depositando una carta, y quién deposita una carta hoy,  así que tuvo que ser el destino, y encima nuestras manos se rozaron y sentí la chispa… y eso se llama electricidad estática.

Pero qué le vamos a hacer, es parte de ser mujer, es parte de caer en las redes que tejen los hombres. Pero no importa, algún día nosotras vamos a tejer las redes, como arañas. Para ser más específicos, como viudas negras.

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